Opinión
Por Alba J. Brugueras Fabre*
Un cambio de paradigma en la economía hacia la equidad de género es crucial para el desarrollo de un país más justo, inclusivo y sostenible. Históricamente, las estructuras económicas, sociales y laborales han estado marcadas por desigualdades de género y de poder, que se reflejan en brechas salariales, limitaciones de acceso a oportunidades económicas, discriminación laboral y baja representatividad en espacios públicos, entre otras desigualdades. Estas desigualdades y desequilibrios persisten al día de hoy. Es por eso, que nos unimos a las voces que buscan abordar estos retos y promover la participación equitativa en todos los aspectos de la vida.
¿Por qué hablar de esto? Aquí 8 razones para Puerto Rico.
- La equidad de género es un principio fundamental de justicia social y económica.
- La participación plena y equitativa en la economía contribuye al desarrollo económico, la productividad y al desarrollo sostenible que necesitamos. En un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) en el 2019 se reportó que algunos países podrían aumentar el tamaño de sus economías en un 35% en promedio, esto si abandonan las leyes discriminatorias hacia las mujeres.
- Nos permite visibilizar las barreras que se erigen en situación de vulnerabilidad económica, social y de crisis climática.
- La equidad de género tiene un impacto positivo en la salud, la educación y en todos los aspectos del desarrollo humano.
- Tenemos que revertir la inequidad de género en el desarrollo de las familias. Un dólar en manos de las mujeres tiene un mayor impacto en la familia y la economía del hogar.
- La composición del hogar, los cambios en el perfil demográfico y la crisis económica del país nos alertan de un futuro precario para adultas mayores, cada vez más vulnerables.
- Como una fuerza económica, electoral, cultural, y demográfica, las mujeres tienen que estar en la mesa donde se toman las decisiones. (Recordemos a Ruth Bader Ginsburg: “Women belong in all places where decisions are being made”.)
- La representación importa, en especial en puestos de liderato.
Como vemos, en Puerto Rico, el cambio de paradigma en la economía para promover la equidad de género es un tema relevante y altamente necesario. La isla enfrenta retos económicos, sociales, medioambiente y políticos significativos, y las mujeres han estado históricamente sub-representadas en la fuerza laboral formal y han enfrentado barreras persistentes en términos de acceso a oportunidades económicas y de liderazgo.
Según datos del Departamento del Trabajo y Recursos Humanos al cierre del 2023 un poco menos de la mitad del grupo trabajador son mujeres – 46%. De las empleadas – trabajan a tiempo parcial un 9% más que los hombres, y 12% menos mujeres a tiempo completo en comparación con los hombres. En el caso de las cuentapropistas – hay dos tercios menos en comparación a los hombres. En términos de preparación universitaria – la mayoría de las mujeres empleadas (60.9%) poseen un bachillerato o grado superior, en contraste al 39.2% de los hombres empleados con grados universitarios.
Sin embargo, a pesar de que las mujeres han avanzado en los niveles académicos – la brecha salarial persiste como lo han revelado algunos estudios económicos en Puerto Rico. Según los estimados Encuesta de la Comunidad, en Puerto Rico (2022), la mediana de ingreso entre personas de 25 años en adelante con bachillerato es cerca de $4,000 menos para las mujeres, y más de $14,000 menos en la mediana de ingreso para mujeres con estudios graduados o profesionales comparado con los hombres. Esto, a pesar de que consistentemente entre el 2002 y el 2021, más mujeres obtienen títulos académicos y profesionales (aproximadamente 6 de cada 10 personas egresadas son mujeres), según la Junta de Instituciones Postsecundarias (2021).
Este es el ecosistema de inequidad en el que nos encontramos. Ahora bien, para cambiar el paradigma en la economía hacia una mayor equidad de género requiere reconocer que se necesita un enfoque multidimensional y colaborativo para lograr un cambio significativo desde diversas áreas y enfoques económicos. ¿Cómo lo hacemos? Aquí algunas recomendaciones sobre cómo lograrlo.
- Educación para sensibilizar – diseñar currículos de enseñanza con perspectiva de género y derechos humanos desde temprana edad, para promover la inclusión, la equidad en las escuelas y hogares, y promover el cambio cultural necesario para erradicar la violencia de género. La atención y prevención de la violencia con enfoque de una educación integral debe incluir, la resolución de conflictos, la comunicación efectiva y la toma de decisiones informadas, aspectos fundamentales para establecer relaciones interpersonales saludables y prevenir la violencia.
- Ejecución efectiva de la legislación vigente de equidad de género en el lugar de trabajo – incluyendo leyes de igualdad salarial y protección contra prácticas discriminatorias laborales, y diseño de nueva legislación con enfoque integral y una visión de desarrollo sostenible.
- Acceso igualitario a oportunidades económicas – para asegurar el acceso al empleo y contrataciones, capacitación profesional, ascensos o promociones en empleo, y financiamiento para emprendimientos.
- Ampliación de la presencia de mujeres en campos de estudio y empleo como economía, seguridad, informática, ciencias, tecnología, ingeniería, matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés), así como en roles de liderazgo en todos los sectores económicos.
- Apoyo a la conciliación trabajo y vida familiar, el acceso a cuidado infantil asequible, visitas a escuelas, y licencias a madre y padre remuneradas.
- Promoción de la transparencia y rendición de cuentas en políticas institucionales de contratación y promoción, así como en la divulgación de datos sobre la brecha salarial de género y la representación en puestos de liderazgo en las organizaciones del país.
- Elección de mujeres a posiciones de poder que comprendan el momento histórico y la responsabilidad que ello conlleva. Proteger los derechos reproductivos de la mujer.
- Creación de diálogo y colaboración entre gobiernos, organizaciones y la comunidad para desarrollar soluciones integrales y sostenibles que aborden la desigualdad de género en la economía.
- Establecimiento de incentivos y formas de reconocimiento para organizaciones que ejecuten prácticas y políticas institucionales para promover la igualdad de género en el lugar de trabajo.
- Reconocimiento y contabilización del trabajo no remunerado en las cuentas nacionales del país. El trabajo no remunerado o la economía del cuidado tiene rostro de mujer, es invisibilizado en la economía, y podemos decir que mueve muchos aspectos de la vida en el país. La economía del cuidado abarca actividades como el cuidado de menores, personas mayores, pacientes en el hogar, labores domésticas, el activismo y el voluntariado. Estas actividades son esenciales para el funcionamiento de la sociedad y la economía, pero su contribución es desapercibida al no reflejarse en las cuentas nacionales.
- Inversión en mejoras de metodologías y la recopilación de datos en economía, salud, y educación, entre otras, con el fin de garantizar que las experiencias de mujeres y personas de otras identidades de género al ser reconocidas y visibles en diversos sectores, además de identificar brechas, efectividad de programas, y monitoreo de políticas públicas.
Este cambio de paradigma implica, además, cuestionar y reformar las estructuras y normativas que perpetúan la desigualdad de género en el entorno laboral y empresarial. La transición hacia una economía que promueva la equidad de género no solamente responde a un imperativo de justicia socioeconómica, sino que también se presenta como una necesidad ineludible para alcanzar un desarrollo económico sostenible para esta y futuras generaciones.
Desde hoy y en conmemoración del 8 de marzo comencemos a cambiar de paradigma económico para la equidad de género.
- La autora es catedrática auxiliar en la Universidad del Sagrado Corazón y es presidenta electa (2024-2025) de la Asociación de Economistas de Puerto Rico.