José García. (Foto suministrada)

Por José G. García López*

Ya han pasado tres décadas de aquella corta recesión ocurrida durante el 1990-91 en Estados Unidos y Puerto Rico. Era el final del término del presidente George Bush y del gobernador Rafael Hernández Colón en la Isla. Dado su integración, las economías habían pasado por una fase larga de expansión de casi una década luego de la recesión de 1982-83. Esta última recesión (1982-83) fue profunda y larga con altas tasas inflacionarias; lo que obligó a Paul Volcker, presidente de la Reserva Federal a aumentar vertiginosamente las tasas de interés, lo cual profundizó aún más la recesión y aumentó el desempleo a doble dígito, aunque logró reducir la inflación desenfrenada.

Por acá, en la Isla, para el periodo de 1990-91, los indicadores reflejaban cierta ralentización de la economía, pero la contracción resultó ser muy corta. Esto en parte se debió a que los fondos relacionados con los daños causados por el huracán Hugo en el año 1989 (FEMA y los seguros privados) se desembolsaron en este periodo, mitigando la caída de la economía de Puerto Rico. Todo parece indicar que la historia podría volver a repetirse.

Ante este cuadro macroeconómico, el Gobierno de Puerto Rico tenía que ir al mercado de capital de Estados Unidos a emitir bonos para el financiamiento del programa de mejoras capitales. Una de las emisiones más importantes que se realizaba era la de los bonos de Obligaciones Generales (GO). Como parte del proceso de “de diligence “, se realizaba una presentación a las agencias calificadoras Standard and Poor’s , Moody’s o Fitch por parte del grupo financiero del gobierno. Previo a estas presentaciones, se discutían los documentos a divulgarse sobre la economía y la situación fiscal con los oficiales del gobierno como el Secretario de Hacienda, el director de la Oficina de Gerencia y Presupuesto, el presidente de la Junta de Planificación y el presidente del Banco Gubernamental de Fomento (BGF).

El BGF era el agente fiscal y asesor financiero del Gobierno de Puerto Rico y daba la cara siempre ante la comunidad inversionista en Estados Unidos y la Isla. Como una institución única en el ámbito nacional, y por su exitoso desempeño por décadas, alcanzó un gran prestigio tanto en Puerto Rico como en Estados Unidos. En una de estas reuniones con los oficiales del Gobierno donde participaron los economistas del BGF, el presidente del banco José M Berrocal (QEPD), preocupado por el cuadro macroeconómico, le preguntó al director de Estudios Económicos, Santos Negrón: “¿Dime Santos -estamos en recesión?” Y el distinguido profesor e insigne economista le contestó: “Señor presidente, no hay que preocuparse, esto es solo una ‘pausa en el crecimiento”. Todos en la mesa nos quedamos en shock con la frase genial que Santos se inventó.

Ahora que en Estados Unidos se indica que técnicamente estamos en recesión por las dos caídas consecutivas recientes en el Producto Bruto Interno, los economistas del presidente John Biden recurren a otros eufemismos como “slowdown”, ”transition period” o “economic downturn” para justificar que no se trata de una recesión. Quizás les vaya mejor que tomen prestado a Santos su frase poética traducida al inglés “pause in growth”: a fin de contrarrestar el daño político que representaría a Biden una recesión a tres meses de las elecciones de medio término. Claro, la gravedad de esta recesión no la podremos vislumbrar; ya que viene acompañada de la inflación más alta en cuarenta años, un robusto mercado laboral, los efectos de la pandemia del COVID 19 y la invasión rusa de Ucrania, que lleva medio año y no parece pronto acabar. Además, la palabra final la tendrá el National Bureau of Economic Research, entidad independiente que es la responsable de determinar si hubo o no recesión.

En cambio, nosotros no tenemos mucho campo de acción en términos de política económica (monetaria y comercial), solo nos queda continuar agilizando los proyectos de reconstrucción de infraestructura y vivienda; a fin de estimular la inversión bruta de capital y por ende la demanda agregada. Así podríamos mitigar un poco el impacto adverso que podría tener la recesión de Estados Unidos sobre la Isla y mantener al menos un ritmo de crecimiento lento, pero sin pausa.

  • El autor es consultor económico y profesor adjunto de la Escuela Graduada de Administración Pública de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.