Por Luisa García Pelatti
Los medios de comunicación viven una grave crisis. “Debilitados por la caída de las ventas y de los ingresos publicitarios, los medios de comunicación van a parar progresivamente a manos de millonarios de bolsillos repletos de dinero, a menudo a costa de la calidad y de su independencia”. La cita es del economista francés Thomas Piketty (Clichy, Francia, 1971), que escribe el prólogo del libro “Salvar los medios de comunicación” de Julia Cagé (Metz, Francia, 1984), que propone un nuevo de modelo de financiamiento para los periódicos: una sociedad de medios de comunicación sin fines de lucro.
El libro hace un recuento de los efectos de la crisis en los principales medios de comunicación de Francia, Reino Unido y Estados Unidos. A nivel mundial, ha habido reestructuraciones seguidas de pérdidas de empleo y cierres. En Estados Unidos han desaparecido 12 diarios locales desde 2007 y hay otros tantos en vías de desaparición, según Newspaper Death Watch. Los que se mantienen, reducen gastos y disminuyen de forma considerable sus redacciones, afectando la calidad.
No resulta difícil reconocer esos mismos efectos en los medios puertorriqueños. GFR Media, que publica tres periódicos en la Isla –entre ellos el de mayor número de lectores– ha reducido su personal en varias ocasiones en los últimos años. El Vocero, redujo en varias ocasiones el salario y el número de sus empleados desde el 2000, antes de cambiar de administración en el 2013, con la consiguiente reducción de personal. No hay que olvidar la desaparición del San Juan Star y del Puerto Rico Daily Sun. Más recientemente, se produjo la venta de las publicaciones de Casiano Communications, que edita el semanario económico Caribbean Business, a Latin Media House, una empresas creada por Miguel Ferrer y Heiko Faass, dos ejecutivos con experiencia en el campo de inversiones. Latin Media House ha anunciado que mantiene negociaciones para adquirir las operaciones de Noticel, un periódico digital, creado en el 2011.
En los últimos años, algunos de los principales periódicos a nivel mundial han caído en manos de grandes fortunas, que se dicen dispuestos a “salvar” los periódicos. El peligro, advierte Cagé, es que se ha producido una concentración de poder en pocas manos, “que no siempre son las más competentes ni particularmente desinteresadas”. Estos “salvadores” tienen tendencia a despedir periodistas y “la mala costumbre de abusar de su poder”.
Para evitar que las grandes fortunas tomen control de los periódicos, la autora, economista doctorada por la universidad de Harvard, propone aprovechar la revolución digital para refundar los medios de comunicación utilizando un nuevo modelo de financiamiento: una sociedad de medios de comunicación sin fines de lucro, que es un híbrido a media camino entre una organización sin fines de lucro y una corporación con accionistas. Como en las fundaciones, las aportaciones de capital quedarían congeladas y no reportarían dividendos, pero los accionistas tendrían derecho a voto.
Cagé justifica este modelo defendiendo que la información es un bien público (una información de calidad, libre e independiente es indispensable para el debate democrático) y que no debe tratarse como una mercancía a la que se busca maximizar el beneficio. “Los medios de comunicación no deberían ser como las otras empresas. Porque cuando lo son, por lo general, es en detrimento de las información”.
Puntualiza que la crisis no es nueva, ni es fruto de Internet ni de la crisis del 2008, pero se ha acentuado en los últimos años porque con Internet la información, que es muy costosa de producir, se reproduce sin pagar. Se olvida que ser periodista es un oficio y que deben cobrar por ello. Por otro lado, el aumento de la competencia y la disminución de los ingresos publicitarios ha reducido el periodismo de investigación. “Cada vez menos periodistas trabajan en los periódicos”, denuncia Cagé, y eso afecta la calidad de la información. El número de periodistas necesarios para producir un diario es más o menos el mismo, no importa el número de ejemplares vendidos. Esto es algo que no se entiende bien desde la dirección de las redacciones. Los temas que se deben tratar y las conferencias de prensa que se deben cubrir son los mismos para todos. La economista encontró correlación positiva entre el número de periodistas que trabajan para un medio y la cantidad y la calidad de la información. Un ejemplo: los ocho meses de la investigación del Boston Globe sobre los abusos sexuales del clero católico, que le hizo ganar el premio Pulitzer, costó $1 millón, sin incluir los miles de dólares de abogados. Pocos medios tiene acceso a esos recursos económicos.
“El soporte digital y la gratuidad no sólo puede acabar con la prensa escrita, sino también representan una amenaza para la información producida por otros medios de comunicación, la radio y la televisión. Están desapareciendo los periodistas y, con ellos, la información que sólo ellos pueden producir. Y, sin embargo, no se hace nada para evitarlo. ¿Cuál es la razón de esa pasividad?”, se cuestiona la autora.
La publicidad no es una garantía de independencia, ni la única solución a la crisis es obtener nuevos ingresos publicitarios. Habla de la “ilusión publicitaria” porque hoy en día la publicidad no permite vivir a los medios de comunicación. La mitad del mercado publicitario se lo llevan Google, Facebook y Amazon. Y tratando de compensar esos ingresos, los medios de comunicación caen en brazos de “innovaciones tan radicales como peligrosas para la ética periodística, como, por ejemplo, el desarrollo del native advertising”. Cada vez más medios sufren presiones para aceptar este tipo de publicidad.
Cagé analiza los efectos perversos de la competencia y concluye que más medios de comunicación no siempre es mejor. Después de un cierto nivel, un aumento en el número de medios de comunicación puede contribuir a un descenso de la calidad y cantidad de la información producida. Y curiosamente, esa mayor competencia también está asociada a una caída en la participación en elecciones municipales.
Los medios tradicionales apuestan por hacer crecer el número de lectores digitales, pero los anunciantes sólo quieren pagar de acuerdo al tráfico y no logran monetizar esa operación. “A fuerza de correr en pos de ingresos publicitarios en línea de los que creen depende su futuro, los diarios han perdido en todos los terrenos: en el de la calidad, y por lo tanto de la difusión en papel, y en el digital, por el que no consiguen cobrar”. La revolución digital se ha hecho sin recursos, sacrificando periodistas de “papel” por periodistas con dominio de las tecnologías pero a los que no se les permitirá salir a la calle.
Y lo de las audiencias millonarias de Internet es sólo una ilusión. En Internet, hay que considerar el número de visitantes únicos en lugar del número de visitas y en papel hay que tomar en cuenta que cada ejemplar lo lee más de un lector. Si tenemos en cuenta este hecho las diferencias no son tan enormes. Además, los lectores de papel dedican más tiempo a la información que los de digital, lo que ilustran la enormes diferencias entre las tarifas de papel y las de Internet.
La dificultad de los medios digitales está en monetizar a sus lectores ante las agencias de publicidad. Cagé recomienda insistir en la calidad para incitar a los lectores a pagar por el contenido. Aunque reconoce que ya nadie está dispuesto a pagar por obtener información –hay casos de éxito en la creación de muros de pago (paywalls), como New York Times– opina que es el futuro “de una industria de la que está huyendo la publicidad”.