169 Domino

Por Elías R. Gutiérrez*

El tranque que se ha dado entre el Gobernador y la Legislatura revela el verdadero conflicto social que impide que la economía de Puerto Rico alcance un grado de viabilidad mínimo necesario. Se trata de una lucha entre las fuerzas que anteponen la inmediatez contra las que ven más allá y tratan de actuar para evitar la debacle.

El  impuesto al valor añadido (IVA) es rechazado por todos los sectores y grupos de interés especial. No es de sorprender. El IVA es un impuesto al consumo que la Legislatura ha convertido en un impuesto a las transacciones. La economía de Puerto Rico necesita cambiar el peso de gravedad de la fuente de ingresos internos. Hasta ahora esa fuente explota los ingresos. De esa forma, penaliza lo que es esencial para el desarrollo de la producción. El cambio a un IVA desplazaría el peso de gravedad de la fuente de recursos internos del Estado hacia el consumo.

El consumo es la contrapartida del ahorro. El ahorro financia la inversión. La inversión posterga el consumo corriente para sostener un consumo mayor en el futuro. He ahí el verdadero conflicto. Se trata de la sempiterna lucha entre la gratificación instantánea y el sacrificio que requiere elevar el estándar de vida en períodos de tiempo futuro.

Luego de décadas de amamantamiento, nuestra sociedad carece de la paciencia y fuerza de voluntad para aceptar el sacrificio que representa la postergación del consumo. El gobierno es cautivo de partidos políticos populistas que aborrecen el más mínimo sacrificio.  Sus cantos de sirena han inducido a la población a pensar que el gobierno lo puede resolver todo. La población entiende que el acceso a la educación, a los sistemas de salud, al sistema de justicia, al transporte público, al sistema de protección policíaco, a la vivienda, a los alimentos, a la energía, al agua procesada y al alcantarillado pluvial y sanitario y a la disposición de desperdicios sólidos son derechos. Como son derechos, el coste no importa. De hecho, la población entiende que el gobierno los debe proveer de forma gratuita para los usuarios. Esa percepción se refuerza ante la calidad de los servicios públicos. La calidad es tan mala que no guarda relación con los precios que pagan los usuarios. De ahí que se sientan explotados y oprimidos por el aparato burocrático del gobierno.

Al electorado no le importa de dónde provienen los recursos necesarios para sostener la oferta de bienes y servicios que suple el gobierno. Claro está, siempre y cuando no sea como resultado de impuestos. Esta realidad política ha causado, en buena medida, que el gobierno haya recurrido al gasto deficitario financiado y “cuadrado” por vía de trucos contables. Como resultado, se han acumulado deudas que requieren el pago de principal e intereses. Ahora esos compromisos compiten con niveles insostenibles de gasto corriente. La inversión pública se esfumó. Se ha agotado el crédito y la liquidez del gobierno. Ya no es posible evitar el sacrificio.

El proceder de la Legislatura parece asegurar que lo que será finalmente convertido en ley será dañino. Se pretenderá desplazar el sacrificio hacia los sectores que producen. El resultado neto de las fuerzas encontradas probablemente producirá un sistema cuyo peso de gravedad será un impuesto a las transacciones. Especialmente a las transacciones entre negocios. Todo lo contrario de lo que necesita la economía de Puerto Rico. Para complicar las cosas, se ha introducido un elemento chauvinista que predica la lucha de clases y predica el incumplimiento con los compromisos financieros del gobierno. Los pronunciamientos y acciones de un puñado de legisladores han logrado enviar un mensaje de peligro al mercado de capital. El aviso ha sido recibido y amplificado por los medios especializados. De ahí que el coste de capital se haya disparado para el gobierno de Puerto Rico.

En resumidas cuentas, el sistema político ha logrado poner de rodillas a la economía de Puerto Rico. De esta forma, se ha puesto en marcha un proceso acelerado de fuga de capital. Capital financiero, real y humano. Sin entrar en la descripción en detalles de este proceso, el mismo puede ser descrito de forma sintética con una palabra: empobrecimiento.

* El autor es economista y planificador.