El autor explica por qué es importante el informe de gastos contributivos y qué falta por hacer

Por Juan Lara*

El informe sobre el Gasto Contributivo publicado por Hacienda hace unos días es un documento de mucho valor para la conducción de la política fiscal en todas sus facetas.  La Junta de Supervisión Fiscal presionó para que se hiciera y publicara, pero la iniciativa ya estaba en marcha.  Además, la comunidad de economistas y otras profesiones y gremios llevan muchos años pidiendo que se haga un catálogo exhaustivo de todos los gastos contributivos en el país, precisamente por sospechar que muchos de ellos no se justifican en términos del balance de costo-beneficio.

Sin embargo, es importante que no se creen confusiones peligrosas en la interpretación de estos datos.  Por ejemplo, sería terrible que los bonistas usaran estas medidas de gasto contributivo para exigir una restitución total de sus créditos, alegando que el gobierno tiene capacidad de sobra para cumplir con el servicio de la deuda.  Sólo haría falta, según este argumento falaz, que dejara de “regalar” dinero con exenciones, créditos e incentivos.

De igual manera, es importante que la ciudadanía no piense que el gobierno está sentado sobre un cofre lleno de oro, y que no hacen falta medidas de disciplina fiscal y control de gastos.

Una parte –ciertamente, no todos– de estos gastos contributivos son como un espejismo: parece que está ahí, pero si lo tocas, desaparece.

Llama la atención, por ejemplo, que la partida más grande, por mucho, es la de incentivos contributivos a las corporaciones foráneas.  Esta suma casi $16,000 millones.  Pero este número se calcula a base de lo que pagarían con una tasa contributiva ordinaria.  Ahora mismo, la tasa ordinaria para las corporaciones es más alta que en EE.UU. (gracias a la reforma contributiva de Trump), y si se aplicara a las foráneas no hay duda de que se irían de la Isla.  Gran parte de esos $16,000 millones desaparecerían como el espejismo de agua en el desierto que se esfuma cuando lo alcanza el sediento moribundo.

También es de interés que algunos de los gastos resultarían en impuestos excesivos si fueran eliminados.  Por ejemplo, hay sumas fuertes en lo que generaría el IVU (Impuesto sobre Ventas y Uso) si se aplicara a las ventas de automóviles, pero estas ventas ya pagan un arbitrio bastante alto.  Imponerles también el IVU sería oneroso y casi confiscatorio para los consumidores.  Lo mismo ocurre con la gasolina: se calcula un gasto contributivo porque no se le aplica el IVU, para ya tiene su propio arbitrio que es bastante alto.

Nada de lo anterior significa que los cálculos de Hacienda estén mal hechos.  En realidad es un trabajo titánico por el que debemos felicitar al equipo de la agencia.  Lo que queremos decir es que hay que interpretar estos números como lo que son, y evaluarlos en conjunto con otras fuentes de información.

El estudio que todavía tiene que hacerse –y que el gobierno hizo de manera parcial para la preparación del Código de Incentivos– es uno del balance de costo-beneficio de cada partida de gasto contributivo.  Ese es el próximo paso, y de ahí puede surgir una fuente considerable de ingresos fiscales que ayuden a estabilizar la economía del País.

  • El autor es economista y profesor de economía en la Universidad de Puerto Rico,  Río Piedras.