He dado por finalizada mi relación laboral con El Vocero. La decisión ha sido dolorosa porque llevaba trabajando allí desde el 1998 y porque me gustaba mi trabajo. Ha sido dolorosa, pero no ha sido difícil. La alternativa era elegir entre ética y censura, entre calidad y mediocridad, entre dignidad y un cheque. Elijo ser fiel a mis principios.

Siento que no se ha valorado mi esfuerzo para tratar de producir una Sección de Negocios de calidad. No he recibido recursos, ni humanos ni técnicos, suficientes para trabajar de forma adecuada. He tenido que llegar a costear con mis propios medios la compra de equipo para realizar de forma óptima mi trabajo.

Un reciente incidente en el que se retiró, sin previo aviso y sin posibilidad de discutir las razones para ello, un artículo de la Sección dejó patente esa falta de apoyo y me planteó problemas éticos.

Otro factor clave en mi decisión fue la constatación de que no se tomaron en cuenta las necesidades de Negocios en los cambios de formato del periódico, a pesar de que Negocios -en palabras de la gerencia- fue una de las secciones del periódico que mejores resultados obtuvo en los grupos focales que se realizaron previo a los recientes cambios.

Desde la dirección del periódico el mensaje fue “si estás tan molesta deberías irte”, todo un aviso a navegantes.

Tomo la decisión con pesar, pero agradezco a El Vocero la oportunidad profesional que me brindaron hace 12 años.