Por Javier J. Hernández Acosta*

Definitivamente Puerto Rico vive momentos que nos obligan a pensar en alternativas reales. De igual manera, la seriedad de ese contexto también nos aleja de las fórmulas mágicas y las soluciones a corto plazo. La palabra sostenibilidad cobra un rol de mayor importancia, y nos comenzamos a cuestionar si el objetivo es mejorar la economía o desarrollar una mejor economía. Yo opto por la segunda.

Dejando claro que no proponemos soluciones únicas ni mágicas, partimos de  la importancia de preguntarnos a quién queremos traer a la mesa del desarrollo económico. Hemos dado espacio a la manufactura, a la banca, a la construcción, al turismo, al gobierno, al sector farmacéutico y a muchos otros esfuerzos que le han servido en su momento al País. El único problema fue que apostamos a ellos con una certeza incomprensible de que teníamos una ventaja competitiva sostenible. Lo cierto es que esa apuesta también ha sido enfocada a una visión departamentalizada de la economía. Identificamos un sector con potencial, creamos toda una infraestructura para desarrollarlo, lo explotamos y luego vamos buscando un sustituto cuando cambian las condiciones del ambiente externo.

Sin embargo, existe un agente económico cuyo impacto es de naturaleza transversal. Genera actividad económica directa, fomenta la innovación, opera en un entorno de inclusión, impacta el desarrollo comunitario, promueve la participación y opera bajo esquemas mentales que lo liberan de los paradigmas económicos convencionales. Los creativos tienen un rol importante que asumir en el desarrollo económico de Puerto Rico, y ahí está la importancia de la economía creativa.

¿Qué son las industrias creativas?

Industrias creativas, economía cultural, economía creativa o industrias culturales son conceptos bastantes recientes y cuya definición depende del contexto y las prioridades. Los artistas son el eje de la economía creativa, pues son los responsables de la actividad creativa en su contexto más puro y en muchas ocasiones operan fuera de una economía de mercado. Esto incluye lo contemporáneo y las manifestaciones tradicionales que conforman el patrimonio material e inmaterial. Estamos hablando de la música, el teatro, artesanías, literatura, las artes plásticas y otras prácticas artísticas y culturales. Estos sectores, aunque en ocasiones no manifiestan su valor económico de manera directa, tienen un rol importante en la educación, el turismo cultural, la cohesión social, la identidad y la internacionalización. Estas dinámicas de valor son mucho más que externalidades, y sugieren un gran reto para la economía postindustrial y las formas de medición de bienestar y desarrollo. Si se observan con profundidad sectores como la música, y se analiza como un ecosistema más allá de una industria, notaremos fuertes eslabonamientos (intra e inter-industria) y de alcance internacional, con un impacto económico que no se recoge en las cuentas nacionales.

A partir de las artes surgen las industrias culturales, que según la UNESCO son “aquellos sectores que conjugan creación, producción y comercialización de bienes y servicios basados en contenidos intangibles de carácter cultural, generalmente protegidos por el derecho de autor” (UNESCO, 2001). La industria editorial, el disco (o sus nuevos formatos digitales), el cine, la televisión y otros medios, los juegos y juguetes, son algunos ejemplos. Las industrias culturales representan un sector importante en la economía. Aportan entre el 4 y el 6% del PIB de muchos países y entre 2 y 4% del empleo total. Además, representan la actividad principal a través de la cual se constituyen los imaginarios y la identidad de los países. Tan importante ha sido el reconocimiento de estos sectores, que los países han sido muy cautelosos en la liberalización de estas industrias a través de los tratados de libre comercio. A esta posición, liderada por Francia y la Comunidad Europea durante la Ronda de Uruguay, aún se le conoce como la “excepción cultural”.

Posterior al desarrollo de las industrias culturales se amplió todavía más el concepto para incluir sectores que contenían menos valor simbólico y un mayor valor utilitario. Es aquí cuando se plantea el concepto amplio de industrias creativas, que ahora incluye sectores como el diseño (gráfico, industrial, moda, digital), arquitectura y publicidad, entre otros. Este nuevo sector económico, que se presentó como política pública en Australia en 1994 y cobró auge en 1997 en el Reino Unido, se ha propuesto a nivel internacional como una alternativa real de desarrollo. El año pasado, surgió un nuevo esfuerzo para promover el potencial de estas industrias con el informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) conocido como la Economía Naranja. En unas comparaciones hipotéticas interesantes, el informe plantea que la Economía Naranja sería equivalente a la cuarta economía del mundo (después de USA, China y Japón), el noveno principal exportador, la cuarta fuerza laboral y representaría el 6.1% del PIB Mundial (BID, 2013).

¿Existe una economía creativa en Puerto Rico? 

Nadie negaría que en Puerto Rico abunda el recurso creativo. Sin embargo, en muy pocas ocasiones se ha construido un perfil económico de estos sectores. En
1991, el Dr. Ángel Ruiz presentó un trabajo sobre “El Impacto Económico de la Actividad Cultural en Puerto Rico”. En el año 2013, presenté el informe sobre “El
perfil de la economía creativa en Puerto Rico” 2, utilizando información del Censo para establecer que aproximadamente existen 1,889 establecimientos en las industrias creativas que generan 14,715 y un volumen de negocios estimado de $1.74 billones de dólares. De acuerdo con información de la Encuesta de la Comunidad, podrían existir otros 6,285 creativos que trabajan por cuenta propia. En términos generales, y utilizando la misma fuente del Censo, estos creativos son más jóvenes, con mayores ingresos, trabajan menos horas semanales (en teoría) y tienen una formación académica más alta que el resto del mercado laboral. Es importante destacar que el 29.6% de los creativos trabaja por cuenta propia, mientras que en el resto del mercado laboral ronda el 10%. En el caso de las artes, el 53% trabaja por cuenta propia, una realidad que deben empezar a atender las universidades a través de programas de desarrollo empresarial en estas disciplinas.

Algunos estimados podrían llevarnos a establecer que la economía creativa en Puerto Rico genera aproximadamente un 2.67% del PIB. Para tener una idea de lo que esto significa en términos comparativos, en Colombia y en la Unión Europea representa un 3.3%, en Estados Unidos puede llegar al 11% y en Latinoamérica promedia el 8.7%. En términos del empleo, en Puerto Rico podría representar el 1.67%, mientras que en Estados Unidos es el 8.1%, 3% en la Unión Europea y 5.6% en América Latina. Sin embargo, debemos comenzar con no limitar su impacto a través de los indicadores tradicionales, puesto que su valor manifiesta un balance entre lo económico (monetario y no monetario) y el valor cultural. Sin embargo, no estamos hablando de manera abstracta, puesto que incluso el Negociado de Análisis Económico de Estados Unidos (BEA) revisó la metodología del PIB el pasado año para incluir la creación artística dentro de la variable de inversión en la fórmula. Luego de la revisión, el PIB de los Estados Unidos subió en un 3%.

¿Qué necesitamos para promover la economía creativa en Puerto Rico?

  1. Los tres pilares de la economía creativa – Es necesario pensar en una visión diversificada del impacto económico de la economía creativa. Debemos pensar en la exportación directa de contenidos culturales a través de medios tradicionales y digitales, incluyendo el cine, la música y el diseño. De igual forma, el segundo vehículo fundamental para la creación de riqueza es el turismo. No hay tal cosa como el turismo cultural porque todo el turismo es cultural. Por lo tanto, las estrategias para promover el sector no pueden estar desligadas del trabajo cultural, porque ahí precisamente está el elemento diferenciador de Puerto Rico y no únicamente en los hoteles, el sol y la playa. Finalmente, no hemos contemplado la importancia de aumentar el consumo local de producción local. Los bienes y servicios culturales podrían representar entre el 3 y 6% de la canasta básica, y son en su mayoría productos importados. Promover la sustitución parcial de estas importaciones tiene un gran impacto, no solo económico, si no en términos de imaginarios e identidad.
  2. La cultura como motor de desarrollo – El segundo aspecto importante es dejar de mirar la cultura como un elemento estático y como un obstáculo al desarrollo. Los retos de la política cultural a mediados de los años 50 requería proteger manifestaciones tradicionales que estaban desatendidas. Esta política tuvo mucho éxito. Ahora nos toca reconocer el carácter híbrido, dinámico y rápido de la actividad creativa. La cultura y el patrimonio se construyen cada día. Por eso necesitamos comenzar a pensar en una “cultura emprendedora”, donde los artistas y gestores culturales se vean como agentes de cambio social, económico y cultural. Esto requiere repensar el rol de la academia, que produce artistas sin las herramientas para desenvolverse en el complejo entorno económico. Nuevamente, tenemos que pensar la cultura como motor. Como recién ha planteado el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa: “La cultura mueve al mundo, no la economía.” O en palabras del economista holandés Arjo Klamer: “Un país es rico si tiene educación fuerte, artes, patrimonio cultural y baja desigualdad”.
  3. El diseño como eje de innovación – Cada día el diseño se convierte en el elemento de mayor valor añadido para las empresas. Hablamos del diseño de productos, procesos, marcas, organización, identidad gráfica, etc. El desarrollo tecnológico y el acceso a los mercados internacionales presenta unas barreras en los elementos de diferenciación que sólo puede superar una cultura de diseño, cultura que no existe en Puerto Rico. En pocas palabras, los creativos tienen un rol importante en el desarrollo económico local y su potencial exportador. Si logramos involucrarnos en las etapas de diseño, podremos estar en mejor posición de apoyar al sector de manufactura, que todavía representa una actividad importante en la economía de Puerto Rico. De igual forma, el diseño también interviene en los procesos sociales, incluyendo la participación ciudadana y la administración pública. Si algo puede hacer la política pública es promover esa cultura de diseño e innovación. Para dar un ejemplo, algunos países europeos han implementado programas de vales o “créditos creativos” que pueden ser redimidos por las empresas en servicios creativos.
  4. La estrategia de industrias culturales y creativas – Finalmente, proponemos el desarrollo de una estrategia de industrias culturales y creativas, algo que está elaborando la Comisión para el Desarrollo Cultural nombrada por el Gobernador en julio de 2013. Una estrategia de industrias culturales y creativas debe presentar lineamientos generales dirigidos a los distintos agentes del ecosistema cultural, incluyendo gobierno, academia, empresa privada y el propio sector creativo. Es importante que la legislación y programas existentes estén alineados con estrategias a corto, mediano y largo plazo. De igual forma, debemos ser inclusivos a la hora definir el sector cultural y creativo para evitar fragmentaciones en una etapa tan inicial. Entre esos lineamientos se encuentra promover una cultura de desarrollo empresarial, acceso a financiamiento y a mercados locales e internacionales. Un cuarto lineamiento, consiste en fortalecer el componente de los sistemas de información cultural, algo muy pertinente a los presentes en esta Asamblea. Es necesario un mayor acceso a las estadísticas nacionales y al desarrollo de nuevas fuentes de información. Encuestas de consumo cultural, análisis de cadenas productivas, una Cuenta Satélite de Cultura y una agenda de investigación económica es necesaria para que comencemos a tomar decisiones a base de información y no cometer los errores del pasado. En este sentido, es importante reconocer que agencias como el Instituto de Estadísticas, el Departamento de Hacienda y el Departamento de Estado han comenzado a colaborar con estos esfuerzos. Debemos aprovechar esta oportunidad para construir un sistema de indicadores tan creativo como la propia gestión que pretendemos promover. No basta con establecer cuánto aporta las industrias creativas al PIB, el empleo o la balanza de pagos. Más allá de su impacto a nivel macro, una economía creativa requiere estar diversificada a nivel geográfico y por sector, necesita un fuerte componente educativo y una capacidad emprendedora visible. Sugiero un índice de economía creativa que combine variables como la producción y empleo con índices de concentración, coeficientes de localización, cantidad de maestros de bellas artes per cápita, graduados de programas creativos, registros de propiedad intelectual, participación cultural y gasto público por emprendimiento creativo.

Comentarios finales

Finalmente, es necesario poner en contexto la nueva cultura de emprendimiento creativo. En los últimos años hemos podido apoyar iniciativas empresariales en sectores como la música, el teatro, la gastronomía y el diseño digital, entre otros. Hace unas semanas culminamos el primer Laboratorio de Empresas Creativas, una iniciativa del Municipio de San Juan. Sobre 150 emprendedores, artistas y gestores mostraron interés en la convocatoria para desarrollar microempresas creativas. El grupo de 20 emprendedores atiende sectores como el turismo, la gastronomía y la agricultura, el diseño gráfico e industrial, la danza y el teatro, el uso de espacios públicos, las artes plásticas, el cine y la industria de juegos. Esta diversidad y disposición nos da una idea de lo creativo de esta nueva economía, agentes de cambio que buscan un rendimiento económico, cultural y social y que no tienen miedo a explorar múltiples posibilidades. Esta es la “mejor economía” que estamos buscando. No quisiera terminar sin ponerle nombre a agentes que forman parte del ecosistema cultural y creativo en Puerto Rico en su concepción más amplia, desde los que operan fuera de las dinámicas de mercado hasta lo que operan en función de ella. Los invito a buscar sobre estos proyectos y a comprometerse a apoyar las industrias creativas desde el análisis económico, la estadística y la política pública. Entre ellos se encuentran iniciativas de los museos MAC, MAPR y Museo de Arte de Ponce, Beta-Local, Andanza, Agua, Sol y Sereno, el Conservatorio de Música de Puerto Rico, la Escuela de Artes Plásticas, Y no había luz, Teatro Breve, Cambio en Clave, LAB787, Constructo, Antrocket, Pimienta, Abracadabra, Pixelogic, Blimp, Guillermo Domínguez, Seriously Creative!, el Conservatorio de Artes del Caribe, Espacio Común y Empanadillas Geométricas, La Respuesta, Muuaaa, La Calle Loíza, El Circo Nacional, Libros AC, Los Muros Hablan, Santurce es Ley y las galerías de la Cerra, la Casa de Cultura Ruth Hernández en Río Piedras, 80grados, la Incubadora Creativa en Mayagüez, Rojo Chiringa, La Beckett, el PRCEI, ADN Creativo, el Corredor Digital, Piloto 151, ProArte Musical, AdocPR y muchos otros artistas, creadores, gestores y diseñadores. La dirección correcta es crear las condiciones y fortalecer ese ecosistema creativo, que luego se encargará de impactar la economía. En palabras de Eduardo Galeano: “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”.

* El autor es profesor de mercadeo en la Universidad del Sagrado Corazón y director de Inversión Cultural, proyecto que ofrece apoyo empresarial al sector cultural y creativo. www.inversionculural.com. Esta es una versión editada de la ponencia presentada el 29 de agosto ante la Asamblea de la Asociación de Economistas.