Fortuño

Por Universia Knowledge@Wharton

La calificación crediticia del Estado Libre Asociado de Puerto Rico estaba casi a nivel de “bono basura” cuando Luis Fortuño se convirtió en Gobernador de la isla en enero de 2009. El déficit presupuestario de Puerto Rico era de $3,300 millones, cerca del 44% de los ingresos locales. Eso se debió en gran medida al hecho de que un 70% del presupuesto local estaba destinado a los salarios y beneficios de los funcionarios públicos. En 2011, el déficit se había reducido a menos del 11% de los ingresos del Estado, y los salarios públicos sufrieron recortes drásticos. Los planes de jubilación predefinidos se cancelaron y el presupuesto sufrió recortes generalizados del 20%. La calificación de la Isla de la agencia Moody’s había pasado de Baa3 a A3, la más elevada en 35 años. Surgieron rumores, alimentados por el cambio fiscal que había tenido lugar en Puerto Rico, de que el candidato a la presidencia de EEUU, Mitt Romney, podría ofrecer a Fortuño la vicepresidencia para atraer el voto hispano.

Sin embargo, los críticos dicen que el cambio no abordó los desafíos estructurales de largo plazo que enfrenta la nación, lo que puede ensombrecer las perspectivas locales. La renta per cápita de Puerto Rico fue de $16,300 en 2010, la mayor de toda América Latina —un poco por encima de los índices registrados por Chile y por Uruguay— y sólo un 10% por debajo de la renta de Mississippi, el Estado más pobre de EEUU. Cincuenta y cinco empresas de la lista Fortune 100 y 178 de las que aparecen en Fortune 500 operan en Puerto Rico. Pero la tasa de desempleo en la Isla es del 14.8%, y la tasa local de pobreza es un 45% más alta que la de cualquier Estado americano. Igualmente preocupante es el hecho de que la renta per cápita de Puerto Rico en 2010 ($16,300) fue un 10% menor que la registrada en 2008 ($18,100).

“La transformación que experimentó Puerto Rico de 1970 a 2000 fue extraordinaria”, observa Mauro Guillén, profesor de Gestión de Wharton. “La Isla necesita subir un escalón más para que pueda operar en el segmento de fabricación de productos de mayor valor añadido y de servicios”, en vez de descansar sobre los logros conquistados en éxitos pasados, sobre todo en el sector farmacéutico. Aunque Puerto Rico tenga un número elevado de trabajadores bilingües bien preparados, los salarios locales son elevados para América Latina, y la Isla tiene ahora que competir con otros países emergentes de la región que, de forma reciente, han firmado pactos de libre comercio con EEUU. “Puerto Rico es un país desarrollado, pero demasiado vulnerable”, dice Guillén. Las multinacionales tienen ante sí una pregunta fundamental: “¿Qué harían en Puerto Rico que no harían en ningún otro país?”

“Puerto Rico es el gigante durmiente de la cuenca del Caribe”, dijo Rafael Saldaña, consejero delegado del banco Banesco USA, durante el “Congreso de Puerto Rico 2012: Revitalizando la Innovación”, que ha tenido lugar en San Juan con el patrocinio de la Cámara de Comercio local. Sin embargo, Puerto Rico necesita mirar también hacia el “Sur y el Oeste”, y no sólo al Norte —es decir, solo en dirección a EEUU—, tal y como ha hecho hasta ahora.

Un plan osado

La economía puertorriqueña dependía en gran medida de la Sección 936 del Código del IRS (Servicio Interno de Igresos), que eximía de impuestos a las compañías americanas que operaban en Puerto Rico, hasta que se eliminó de forma gradual en 2006. “Era un juego en que nadie salía perdiendo”, dice David Lewis, vicepresidente de Manchester Trade, empresa de servicios de consultoría en comercio exterior de Washington, D. C. “Miles de millones de dólares se quedaban en Puerto Rico, y los bancos prestaban los beneficios obtenidos”. El boom resultante de ese sistema fue alimentado por el “capital disponible de forma inmediata y barata”, añade Lewis, ex Secretario Asistente del Estado de Puerto Rico. “Puerto Rico es un polo importante, sobre todo para las grandes compañías farmacéuticas como Pfizer, que mantuvo muchas de sus inversiones en la Isla incluso después del final gradual de la Sección 936. Aunque el volumen de investigación y desarrollo local sea pequeño, las fábricas de la isla jugaron un papel mucho más importante que las “maquiladoras” de México y de otros países, que se limitaban al montaje de productos efectuada por trabajadores de bajos salarios.

No obstante, poco a poco quedó claro, después de expirar la Sección 936, que “no llegaban nuevas empresas a Puerto Rico al mismo ritmo que antes”, dice Lewis. Al mismo tiempo, “los planes de fabricación de componentes de baja tecnología con mano de obra intensiva dejaron de ser competitivos”, no sólo a causa del fin de la cláusula 936, sino también debido a los cambios ocurridos en la economía mundial. Varios países de América Latina abrieron sus unidades de montaje a las multinacionales y les ofrecieron una mano de obra preparada para realizar el trabajo a un coste más barato. Los salarios pagados en Puerto Rico estaban subiendo demasiado para continuar siendo competitivos en sectores de mano de obra intensiva como la de prendas de vestir. “De pronto, Puerto Rico ya no era competitivo en sectores en que entre un 75% y un 80% de los gastos provenían de costes salariales”, dice Lewis, que indica a las empresas americanas los mejores lugares para realizar sus operaciones en América Latina.

¿Cómo responder a esta situación? En otoño del año pasado, Pedro Pierluisi, Comisionado Residente de Puerto Rico en el Congreso americano, presentó un proyecto de ley denominado Promoción e Inversión en Puerto Rico 2011 (H. R. 3020). La sección 933A del proyecto autorizaría, pero no exigiría, que las empresas de Puerto Rico que obtuvieran como mínimo un 50% de su renta en la isla pudieran adquirir el estatus de empresas domésticas de EEUU. Con eso, estas empresas podrían recibir los mismos beneficios fiscales que el Gobierno concede a los ciudadanos locales con la legislación actual, abaratando el coste de expansión de las operaciones de las empresas y creando nuevos empleos en la isla. PRIPA [tal y como es conocido el proyecto] cuenta con el apoyo de ambos partidos y de varios líderes puertorriqueños del ámbito empresarial y del Gobierno. “La aprobación de la Sección 933A —propuesta el año pasado por un grupo multisectorial formado por representantes de los sectores público, privado y laboral— es fundamental para el desarrollo económico de Puerto Rico”, dice William Riefkohl, vicepresidente ejecutivo de la Asociación de los Fabricantes de Puerto Rico (PRMA). “Los sectores que representamos están profundamente preocupados por la perspectiva moderada de crecimiento de la economía puertorriqueña, por lo tanto estamos uniendo las fuerzas para apoyar un objetivo común”.

¿Podrá la Sección 933A conseguir que la economía de Puerto Rico sea más competitiva? Eugenio Alemán, economista senior de Wells Fargo Securities, dice que la Sección 933A no debería contribuir de manera significativa a la creación de nuevos puestos de trabajo en Puerto Rico porque hay otras dificultades mucho más serias para el inversor en la isla. “Diversos aspectos del escenario institucional de la economía puertorriqueña”, dice Alemán, “no estimulan las inversiones en la isla, a diferencia de lo que ocurre en otros países de la región con libre acceso al mercado”.

Alemán explica que aunque el cese gradual de la aplicación de la 936 haya ayudado a “empujar a la economía local precipicio abajo”, Puerto Rico “ya estaba caminando al borde del abismo desde hace mucho tiempo” antes incluso de la extinción de la 936. Con el fin de las exenciones proporcionadas por la cláusula ahora extinta, dice, “la única ventaja que se conservó fue el acceso al mercado americano”. Pero esa ventaja fue desapareciendo a los pocos años de ponerse en marcha el Nafta (Tratado Norteamericano de Libre Comercio) en 1994, y otros acuerdos de libre comercio suscritos por EEUU con países de América del Sur y Centroamérica — como, por ejemplo, el Tratado de Libre Comercio de Centroamérica (que entró en vigor en 2009), además de acuerdos bilaterales de EEUU con Chile (2004), Perú (2009) y Colombia (2011). Esos pactos dieron a los exportadores de esos países el mismo acceso libre de impuestos al mercado norteamericano del que disfrutaron durante años los exportadores puertorriqueños.

La transición a la “nueva realidad”, añade Alemán, se volvió aún más difícil con la decisión de EEUU, en 2000, de conceder a China el estatus de país con Relaciones Comerciales Normales Permanentes (PNTR), lo que allanó el camino de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC), de la cual se hizo miembro en 2000. Como consecuencia de todos esos cambios, “Puerto Rico tuvo que competir no sólo con los otros 50 Estados americanos, sino también con países que hoy disfrutan de igual acceso al mercado americano”, dice Alemán. A fin de cuentas, cuando el Gobierno americano suprimió el beneficio 936, la posición privilegiada de Puerto Rico “desapareció de forma rápida e instantánea”. Poco a poco, “muchas industrias abandonaron la isla en busca de campos más fértiles, con la excepción de la industria farmacéutica y de algunas fábricas de productos electrónicos”, añade Alemán.

Sea como sea, no hay seguridad de que el Congreso americano apruebe el PRIPA. “El Congreso actualmente es más proclive a los recortes”, dice Lewis. “No piensa conceder beneficios fiscales; por lo menos no a grandes empresas” que se beneficiarían del proyecto. De momento, el PRIPA no cuenta con “ninguna posibilidad de despegar en el Congreso”, concluye. Guillén añade que si el Congreso americano aprueba nuevos beneficios fiscales que animen a las multinacionales a invertir más en Puerto Rico, “no es previsible que lo haga con la misma generosidad” que en décadas pasadas.

Atraer las personas a los bancos

Otro desafío para la economía puertorriqueña es la debilidad de su sistema bancario. Según Aurelio Alemán, presidente y principal oficial ejecutivo de First BanCorp, “el escenario financiero local ha cambiado a consecuencia de la recesión prolongada”. El sistema bancario de la isla pasó por un desapalancamiento en que sus activos totales disminuyeron un 35% de 2005 a 2011; los préstamos cayeron un 16% en ese periodo. Por otro lado, “en el periodo de 2011-2012, la industria se ha estabilizado, tiene mayor equilibrio hoy frente a posibles riesgos y ha vuelto a dar beneficios”, informa Alemán. Aunque la industria financiera local se esté “recuperando de forma paulatina”, para que alcance la recuperación plena los demás “activos no productivos tendrán que ser erradicados del sistema”, añade.

Al mismo tiempo, los bancos de la Isla esperan también expandir su papel económico atrayendo un número cada vez mayor de puertorriqueños al sistema bancario formal, un proceso que recibe el nombre de “bancarización”. “Aunque nuestros bancos parezcan estar bien en comparación con el sistema bancario de América Latina, la verdad es que son demasiado frágiles si se comparan con los americanos”, observa Javier Hidalgo, presidente y consejero delegado de Santander de Puerto Rico, división local del gigante español. Cerca de un tercio de los cuatro millones de habitantes de Puerto Rico no participan en el sistema bancario formal. En otras localidades del territorio americano (con excepción de Puerto Rico), sólo un 7.7% de la población lleva sus negocios financieros fuera del sistema bancario.

Otros indicadores de la industria bancaria puertorriqueña sitúan a Puerto Rico en posición de intermediario entre las economías latinoamericanas. Allí, el crédito doméstico en términos porcentuales del PIB se estimó en un 74% en 2011, un valor mucho más alto que el 29% registrado por Argentina; el 45% de México y el 66% de Colombia. En Chile y en Brasil, el crédito doméstico en términos porcentuales corresponde, respectivamente, a un 90% y a un 98% del PIB. Son cifras mucho más elevadas que las que se ven en Puerto Rico. La economía puertorriqueña también está muy por detrás de la economía brasileña y chilena en lo que se refiere a cajeros. En 2011, había sólo 3.1 cajeros por 10,000 habitantes en Puerto Rico, frente a 3.6 en Colombia; 4.8 en Chile y 9.2 en Brasil. Una vez más, Puerto Rico está muy por encima de México, donde el porcentaje es 2.9 cajeros por 10,000 habitantes; más también que en Argentina, donde el porcentaje es de sólo 1.9.

Santander de Puerto Rico y otros bancos de la Isla esperan conquistar un número mayor de clientes para el sistema bancario en un esfuerzo cuyo objetivo es promover la “inclusión social”, acelerando el crecimiento económico, dice Hidalgo. “Los países donde las familias tienen mayor acceso a los servicios financieros tienden a tener rentas per cápita más elevadas”, dijo.

Desafortunadamente, banqueros y economistas saben que un total del 30% de las actividades económicas puertorriqueñas tienen lugar en la “economía sumergida”, por lo tanto la expansión de la utilización del sistema bancario formal posibilitaría el desarrollo económico, porque desincentivaría las actividades del mercado negro. Tal y como observaron recientemente los economistas de Bloomberg View de Puerto Rico, “para combatir el lavado de dinero y promover el desarrollo, el Gobierno de la isla debería empeñarse más en que la población use los servicios bancarios”. Como un tercio de la población local no usa los servicios bancarios formales, “las transacciones en dinero sólo contribuyen al crecimiento del mercado negro en la isla”, dijeron.

Un problema de identidad

Según Paul Osterman, profesor de Recursos humanos y Gestión del MIT y director adjunto del Instituto Sloan de Investigación del Trabajo y Empleo de esa misma institución, el porcentaje de puertorriqueños con edades entre 25 y 34 años con educación superior —cerca de un 25%— es ligeramente más elevado que el de los Estados americanos más pobres, mientras el porcentaje de formados con nivel superior en Puerto Rico es casi tan elevado como el de EEUU en general. Pero el porcentaje anual de ganancias de los puertorriqueños en esa franja de edad son inferiores a las ganancias de sus congéneres en los Estados americanos más pobres, tanto entre los graduados de bachillerato como los que tienen educación superior. Un poco por debajo de la escala de habilidades, dice Osterman, se observa una escasez de habilidades básicas entre los trabajadores que no han realizado estudios universitarios. “La puntuación media de un puertorriqueño en las pruebas de matemáticas del segundo año de secundaria promovidos por el programa de Evaluación Nacional del Progreso Educativo es la mitad de la puntuación obtenida en EEUU”, explica Osterman. Saldaña, del Banesco, también cree que hay “abundancia” de buenos profesionales en Puerto Rico, sin embargo opina que la Isla necesita aprovechar su base de habilidades de forma más eficaz.

“Es preciso crear condiciones para que la Isla utilice el único recurso de que dispone: su gente”, añade Guillén. Muchos de los “que tienen más educación se van a EEUU”, porque faltan oportunidades de trabajo en casa. Puerto Rico es demasiado dependiente del mercado americano en el sector agrícola, químico, farmacéutico y servicios en general, señala Guillén. Las maravillosas playas de la Isla constituyen un atractivo excepcional para los turistas americanos durante el invierno, pero la industria del turismo local “comete el error de no atraer al turista europeo”, que a menudo prefiere otros destinos como la República Dominicana, que es “mucho más barato”, dice. Aunque el sector hotelero emplee cerca de 60,000 personas, “la competencia con el resto de regiones del Caribe es bastante fuerte, añade Guillén, y las cosas podrían empeorar si Cuba se abriese a los turistas americanos.

En opinión de Lewis, los dirigentes de Puerto Rico necesitan pensar en soluciones más creativas. Aunque haya un consenso local de que el PRIPA es consecuencia de una búsqueda más creativa de resultados, Lewis dice que el “PRIPA no es lo suficiente creativo. Necesitamos un cambio radical que agregue más servicios, y no sólo fábricas”. Puerto Rico necesita también promover de forma más eficaz el interés de otros países por la Isla. Hay en los Estados de Massachusetts y Michigan decenas de oficinas que promueven el comercio y la inversión en todo el mundo, pero Puerto Rico tiene sólo seis, y ninguna oficina en Asia. “Necesitamos cinco oficinas en Asia”, dice Lewis.

A fin de cuentas, tal vez el mayor desafío de Puerto Rico sea el hecho de que no hay un modelo claro a imitar en su camino rumbo al desarrollo económico pleno. No existe ningún lugar parecido a Puerto Rico, con su combinación de cultura (norteamericana latina) y de instituciones políticas. “Fuimos lentos y complacientes, porque éramos los únicos que teníamos el dólar americano, la bandera americana y la unión aduanera con EEUU, lo que ya no es tan importante” en un mundo en que las empresas amplían fácilmente su ámbito de acción más allá de sus fronteras.