Por Luisa García Pelatti

El huracán Hugo (1989, categoría 4) provocó perdidas por valor de $1,000 millones. Con Georges (1998, categoría 3) las pérdidas ascendieron a $6,000 millones, según algunos estimados. En Estados Unidos, Katrina (2005, categoría 5) generó $108,000 millones en daños y se estima que los daños de Sandy (2012) fueron de alrededor de $75,000 millones. Se estima que los daños de Harvey (2017, categoría 4) podrían superar a los de Katrina y llegar a los $180,000 millones

A pesar de la devastación que ocasionaron, ninguno de estos huracanes ha provocado una recesión económica, pero tampoco el dinero que se gasta en la recuperación ha sido responsable de que la economía haya crecido más de lo previsto.

El Producto Interno Bruto de Estados Unidos creció 4.9% en el primer trimestre de 2006, tras el paso de Katrina, pero nunca creció por encima de 3% en los primeros dos trimestres tras el huracán Sandy. El crecimiento económico durante los seis meses anteriores y posteriores al paso de estos dos huracanes no muestra cambios significativos.

En el caso de Puerto Rico, la economía había crecido 4.4% en 1988 antes del paso de Hugo, y creció 3.9% en 1989, para desacelerarse a 2.5% en 1990. Por otro lado, el crecimiento había sido de 3.4% en 1997 y tras el paso de Georges la economía creció 3.2% y 4.1% en 1999.

La teoría de que los fondos que se inyectan durante la recuperación estimulan la economía es un mito. Es la falacia de la ventana rota de Frédéric Bastiat (1801-1850). El economista francés pone el ejemplo de un niño que rompe el cristal de un comercio. Algunos podrían decir que el cristal roto beneficia al cristalero, que comprará pan con ese beneficio, beneficiando al panadero, quien comprará zapatos, beneficiando al zapatero, etc. y llegar a la conclusión de que el niño ha hecho un favor a la sociedad, creando beneficio para todos.

La falacia de este razonamiento, según Bastiat, consiste en que se consideran los beneficios del cristal roto, pero se ignoran los costos escondidos, lo que se conoce como los costos de oportunidad. El comerciante está obligado a comprar una ventana nueva, cuando quizás hubiera preferido comprar pan, beneficiando al panadero. Bastiat concluye que la destrucción no genera beneficio.

Los gastos incurridos en la recuperación de un huracán no crean riqueza nueva, solo recuperan la que se ha perdido. Además, el dinero que se emplea en la recuperación se podría haber utilizado en otras cosas.