Por Elías R. Gutiérrez*

Comparto un trabajo que produje durante el proceso de estudio y deliberación que llevó a cabo una Comisión nombrada por el Gobernador Fortuño (de la cual formé parte) para estudiar el futuro de la educación superior en Puerto Rico. 

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Los problemas que encaran las instituciones de educación superior no son exclusivamente de carácter financiero. La organización y la operación de las universidades y colegios responde al modelo industrial. Así como el modelo de organización de la producción y de la sociedad agraria fue inadecuado para la sociedad industrial, el modelo industrial resulta inadecuado para  la nueva realidad. 

La realidad del siglo XXI se organiza y funciona por vía de redes y múltiples relaciones. Este es un mundo donde el cambio es continuo y se produce aceleradamente. La incapacidad para la adaptación veloz hace difícil, si no imposible, que las universidades y los colegios provean el tipo de educación que necesita el pueblo. El ideal consistente de facultades, departamentos, disciplinas e instituciones autónomas tiene que dar paso a una realidad a construirse mediante asociaciones cooperativas que se extiendan más allá de fronteras institucionales o nacionales. El ámbito de acción es el mundo. Las instituciones con voluntad y capacidad para adaptarse a circunstancias cambiantes no solo sobrevivirán sino que triunfarán. Las instituciones que pretendan resistirse a la nueva realidad sucumbirán.

El modelo de organización de la educación superior en Puerto Rico, muy especialmente en la Universidad de Puerto Rico responde a principios de especialización y estandarización. Separación entre disciplinas, programas y departamentos que responden a especializaciones y a sub-especializaciones. Estructuras gerenciales que se replican en facultades y recintos. Los esfuerzos dirigidos a la interdisciplinaridad son loables pero escasos y nadan contra la corriente. Una corriente de oposición sorda que responde a la suspicacia y la protección de “campos ocupados”. Como resultado de este modelo de organización, la educación superior está en desventaja para desarrollarse, competir y cumplir con su misión.

El modelo que pretende la compartamentalización del conocimiento no es ya adecuado para la nueva era. Una era donde la tecnología permite y exige la demolición de fronteras artificiales que encarcelan como celdas de un panal de abejas a los distintos componentes del quehacer universitario limitando de forma intolerable su potencial . De hecho, el modelo de especialización sobre el cual se fundó la universidad se ha convertido en parapeto de protección de puestos de trabajo. Es decir, se ha desvirtuado y funciona obstaculizando la adaptación y el cambio continuo que es esencial para la educación superior. El resultado neto de esta organización es la disfuncionalidad institucional y el malgasto de recursos.

Para que  la UPR, como el componente principal de la educación superior, retenga su viabilidad y logre colocarse en la posición que ha enunciado a que aspira (véase Diez para la Década), deberá cambiar radicalmente el modelo lógico que sirve de paradigma a su organización.

Desde el ángulo gerencial, el modelo lógico de la UPR se organiza bajo el principio de que la accesibilidad a la información responde al principio del “need to know”. Esa es la piedra angular del modelo burocrático.

Con el pasar del tiempo el sistema gerencial de la UPR se tornó en un sistema esclerótico, ineficiente y caracterizado por una rigidez absoluta.  Esa incapacidad de adaptación y cambio ha sido aprovechada por intereses gremiales para protegerse del cambio. Cambio que siempre se percibe como amenazante.

En la UPR la información necesaria para la gerencia, planificación y programación fluye con lentitud, y frecuentemente no fluye. Muchas decisiones se toman con información caduca o aun sin la información mínima necesaria.

Paradójicamente, el modelo de organización piramidal jerárquico se ha establecido firmemente en la universidad del Estado pero, simultáneamente, la capacidad para gobernar se ha evaporado. Ni siquiera el principio del “need to know” está garantizado en lo que se refiere al flujo de información. El conflicto entre el interés institucional y el gremial se traduce en faltas de lealtad en el manejo de información. La información, muchas veces manipulada y torcida, se cuela a los medios y se utiliza por facciones con propósitos extra-institucionales. Como reacción natural, el sistema hace aun más difícil el flujo de información.

A continuación sintetizo tres asuntos pertinentes al que probablemente constituya el asunto estratégico medular de la crisis que vive la educación superior y la UPR en particular.

¿ Qué requiere la nueva realidad de a la educación superior? 

La interdisciplinaridad deberá pasar del buen deseo a la etapa de experimentación y a su persecución cotidiana. Deberá ser el nuevo paradigma de trabajo intelectual.

La estructura de los cursos reflejará el concepto del “hipertexto”. Es decir, los cursos se construirán a base de una composición por camadas. Las camadas o estratos se vincularán unas a otras dentro de cada curso y con otros cursos. Los cursos configurarán una red curricular en expansión y cambiante en tiempo real. Tanto cursos como universidades e instituciones de investigación estarían vinculadas de esta forma enriqueciendo continuamente el contenido de los cursos.

La aplicación de los múltiples recursos que provee la tecnología permite ya la organización de cursos, la realización de investigaciones y la provisión de servicios provenientes de la universidad, que hoy, dada la estructura de departamentos, son inviables.

No se trata de hacer referencia a esfuerzos aislados para decir que “eso ya se está haciendo”. No, porque aunque “se esté haciendo”, se hace a pesar y en contra de los obstáculos que el sistema levanta sin cesar. Se hace, pero el esfuerzo creativo lo terminan subsidiando los profesores que se atreven; porque el sistema no lo compensa, no lo premia y generalmente lo castiga. La colaboración de los estudiantes que, por pertenecer a una generación más familiarizada con las interfaces de usuario de los sistemas digitales contemporáneos y sus capacidades multimedia, queda trunca perdiéndose así un gran potencial de desarrollo.

El factor que probablemente obstaculiza con mayor efectividad el cambio en la educación superior es la “permanencia”. Ese concepto, que se considera sagrado entre los facultativos, no puede justificarse de la forma en que funciona hoy día.

¿Cuál sería el modelo de organización operacional del estadio que visualiza la Comisión?

Con la sustitución del modelo lógico actual –fundamentado en la compartamentalización y la consecuente replica de estructuras gerenciales en todas la unidades de la institución–  se podrá lograr una reducción dramática de la altura de la pirámide gerencial. El modelo lógico sustituto deberá derribar barreras tradicionales entre recintos, departamentos y disciplinas. Esto se lograría con el apoyo que ofrece la tecnología de la comunicación multimedia e instantánea ya disponible. Manténgase presente que el invento que hizo posible la construcción del rascacielos no fue el elevador, sino el teléfono.

Lo que permitirá despojar al sistema gerencial burocrático de las camadas intermedias será la red. Una red de sistemas intercomunicados, diseñados sobre bases de datos relacionales construido sobre una topología distribuida. Un sistema de sistemas que requiera la entrada de cada dato unitarios una sola vez. Un sistema responsivo a la gerencia que funciona para que puedan tomarse decisiones informadas en tiempo real. Un sistema dirigido a elevar la productividad, no los costes de producción.

Las universidades tendrán que transformarse en instituciones de alcance global. Esto se logrará mayormente por vía de la asociación con otras universidades a través del mundo. De hecho, esta no es una necesidad que surge exclusivamente de la estrechez económica, sino que hay un elemento de responsabilidad educativa en ello.

En la práctica, la universidad pertinente y exitosa lo será en la medida que aproveche y aplique al máximo la tecnología que permite expandir el número de facultativos que participen en la labor docente, diversifique su oferta académica y expanda el número de estudiantes. Para ello tendrá que viabilizar la educación en línea y en tiempo real.  De hecho, no habrá otra opción. El “mercado” lo demandará y no habrá forma de evadir esa demanda.

Los cursos ofrecidos en-línea no requieren de la presencia física de estudiantes en un lugar ni a una hora predeterminados. Proveen pues, gran flexibilidad. Una flexibilidad que atiende muy bien necesidades que surgen de la cambiante demografía de la población universitaria. Aunque pase desapercibido, o no quiera reconocerse, la institución de educación superior con el programa tradicional de cuatro años para estudiantes de 18 a 22 años de edad está desapareciendo. Este fenómeno está desenvolviéndose con rapidez.  Ya en los EE UU solo 16 por ciento del estudiantado pertenece a ese cohorte de edades. La mayoría de los estudiantes de universidad en los EE UU tiene más de 22 años. Más dramático resulta que el 82 por ciento de los estudiantes trabaja mientras estudia. El 32 por ciento de los que trabajan lo hace a tiempo completo. En 1980 solo 12 por ciento de los estudiantes de universidad trabajaba durante el año académico.

La flexibilidad resulta indispensable para los estudiantes. La presencia física en un salón de clases se está convirtiendo en un lujo que ya muchos piensan es innecesario. En un corto período de cinco años, la matrícula en-línea en instituciones que otorgan grados a crecido de un 9 por ciento a el 22 por ciento, es decir, aproximadamente 4,000,000.[1]

La resistencia solo conducirá a la ruina de las instituciones. Hoy día esa resistencia se traduce en impedimentos burocráticos y reglamentarios que hacen ilógico que los facultativos se esfuercen más allá de lo estrictamente necesario para cumplir con los mínimos establecidos. Peor aún, los sistemas de evaluación de profesores, en combinación con la estructura de especialidades y departamentos, tiende a estimular una producción escrita que es de interés limitado a los especialistas y sub especialistas. El producto tiende a tornarse tan esotérico que raya en lo ininteligible para quien no pertenece a la reducida cofradía de la especialidad. Por lo tanto, se corre el riesgo de la irrelevancia.

Para lograr apoyo de los que en la actualidad resisten el cambio será necesario tomar ciertas medidas”:

  • Aceptar y perseguir agresivamente la educación interdisciplinaria como el nuevo paradigma;
  • Establecer las plataformas tecnológicas que viabilicen la nueva organización necesaria;
  • Desmantelar la rigidez que surge de la estructura de departamentos, especializaciones y sub especializaciones que constituyen la base del paradigma que se desvanece;
  • Establecer incentivos pecuniarios positivos para la participación en el emergente sistema;
  • Establecer incentivos pecuniarios positivos para la participación en actividades de investigación;
  • Dotar a las instituciones de la flexibilidad necesaria para estimular el desarrollo a plenitud de la prestación de consultoría profesional para que estas puedan competir en el mercado.

¿Qué es indispensable cambiar en la ley de la UPR del 1966 según enmendada para lograr alcanzar el estadio?

El estatuto vigente se aprobó en 1966. El mundo del 2011 no es el del 1966; tampoco son similares el Puerto Rico de aquel y de este año.[2] La ley debe reconocer el contraste.

Al considerar el nuevo paradigma dominante y el que entiendo deberá ser adoptado por la industria de la educación superior en Puerto Rico, se deben ponderar los beneficios y los riesgos asociados. Ello es particularmente cierto en relación al modelo gerencial aplicado a la UPR.  Existe una legítima preocupación porque el nuevo paradigma no sea aprovechado por fuerzas interesadas en la desestabilización de la institución más que en su capacidad para desarrollarse.  La nueva ley deberá proveer salvaguardias que complementen y protejan el nuevo modelo de organización, protegiéndolo de los esfuerzos que tienden a llevar a la institución a ingobernabilidad, a la anarquía y eventualmente a la irrelevancia.

  • Elías Gutiérrez es economista y planificador.