Rescatamos para los lectores este artículo que adelantaba el perfil de las drásticas medidas que iba a anunciar el gobernador Luis Fortuño, recién electo, en el 2009.
Por Santos Negrón Díaz, 3 de marzo de 2009
En la noche del 30 de junio de 1520, recordada por los mexicanos como la noche triste, miles de guerreros mexicas insurrectos masacraron las tropas de Hernán Cortés en la antigua Tenochtitlan, hoy Ciudad México. Éste logró salvarse, aunque perdió dos dedos en la batalla. La leyenda describe la pena que sintió Cortés esa noche al ver diezmado su ejército y destruidas sus esperanzas de lograr la conquista de la ciudad por una vía más pacífica.
Mañana martes 3 de marzo, según se perfilan las circunstancias, parece encaminada a convertirse no sólo en la noche triste de Luis Fortuño, quien apenas todavía está explorando los laberintos del Palacio del Santa Catalina, sino la noche más triste en la historia de la administración pública de Puerto Rico.
Las especulaciones en torno a las medidas específicas que anunciara el Gobernador en su mensaje especial, todas las cuales se anticipa que sean catalogadas por los historiadores como draconianas, han alcanzado niveles inauditos y han elevado la tensión del país a una altura pocas veces vista.
A grandes rasgos, las rutas que seguirá la comunicación del Gobernador hacen recordar el título de una de las más famosas novelas de Gabriel García Márquez: Crónica de una muerte anunciada.
He aquí algunas acciones que se consideran altamente probables, aunque no haya certeza total sobre la magnitud de las mismas:
- Drástica reducción del gasto público durante el año fiscal en curso y en igual o mayor magnitud en el año fiscal 2010 y prolongación la austeridad en el gasto durante todo el cuatrienio. De hecho ya están en vigor dos órdenes ejecutivas. La primera reduce en 10% el gasto en las agencias públicas; la segunda restringe el uso de celulares y de la flota de vehículos del Gobierno Central.
- Moratoria en gran parte de los convenios colectivos.
- Reducción de la jornada de trabajo de los servidores públicos.
- Despidos masivos de empleados públicos, que, en el peor de los casos podrían llegar a 40,000 y en el caso más benévolo no será menos de 10,000.
- La lista de empleados a ser despedidos es encabezada por aquéllos que fueron contratados durante el periodo de veda electoral, que se extendió del 30 de junio al 31 de diciembre del año pasado.
- Una sobretasa que habrá de ser pagada por lo contribuyentes con ingreso bruto ajustado mayor de $100,000.
- Un aumento en los impuestos sobre la propiedad inmueble.
Del lado positivo, discutirá la forma en que Puerto Rico se puede beneficiar del Plan de Reconstrucción Económica del Presidente Obama , que augura fondos montantes a cerca de $5,000 millones para programas y proyectos locales y de un llamado Plan de Estímulo Criollo, cuya volumen de inversión se coloca en $500 millones.
Sin duda, será una noche triste en que los defensores de la acciones que anunciará el Gobernador identificaran al Gobernador saliente como el responsable por el cúmulo de errores de política fiscal que llevaron el Gobierno Central y a algunas corporaciones públicas al borde del desastre, mientras que los opositores de las acciones hablarán del marcado sesgo neoliberal de las medidas, que harán que la carga más pesada en la batalla fiscal la reciban los empleados públicos.
En el trasfondo del asunto hay varias realidades que tal vez pasen desapercibidas para la mayoría de los observadores, pero no para mí que por varios años (de 1989 1995) laboré como Director de la Oficina de Estudios Económicos del Banco Gubernamental de Fomento.
En primer lugar, desde varias décadas ha pendido sobre la cabeza de la economía una espada de Damocles: el duro hecho de que buena parte del éxito que la jurisdicción de Puerto Rico han tenido ha tenido en colocación de sus bonos en el mercado de Estados Unidos es la garantía de que el pago del servicio de nuestra deuda tiene prioridad sobre cualquier otra obligación del Estado Libre Asociado. Lo que por décadas fue una ventaja competitiva, se convierte ahora en una amenaza para la seguridad de empleo de miles de trabajadores del sector, cuyas oportunidades de desarrollo económico serán sacrificadas en aras de la mejoría del perfil fiscal del Gobierno Central.
En segundo lugar, los efectos prolongados de la eliminación en 1996 del principal instrumento de desarrollo económico que tenía Puerto Rico: la Sección 936 del Código de Rentas Internas federal. Aún si de admite que ésta estaba condenada a desaparecer tarde o temprano, tenemos que admitir que, aparte de la intensa activación de la obra pública durante el segundo periodo de gobernación del Dr.Pedró Rosselló, que se prolongó durante los últimos dos años de la incumbencia de Sila María Calderón, no hemos logrado contrapesar efectivamente esa gran pérdida, ya que nuestro modelo económico, para bien o para mal, descansaba totalmente (podríamos decir, absurdamente) en dicho estatuto. Con cerca de 50,000 menos en la manufactura, una reducción de la obra pública debido, por un lado, a la incapacidad para acudir al mercado en búsqueda de fondos para la inversión, y por otro lado al bloqueo de los planes de acción económico de la Administración Acevedo Vilá por parte de la Legislatura durante el cuatrienio pasado, las dramáticas alzas en los costos energéticos hasta hace muy poco y la recesión en Estados Unidos y a escala mundial, la economía de Puerto Rico estaba condenada a un declive acentuado, sin disponer de mecanismos correctivos para detener el deterioro de todos sus sectores productivos.
En tercer lugar, el efecto acumulado de muchos años de debilitamiento de la boyancia de nuestro sistema contributivo. Año tras año, los economistas del patio (y en forma más explícita y dura, los analistas de las casas evaluadoras del crédito) hemos venido señalando el creciente desfase entre el modesto crecimiento de la economía en general y el exiguo avance de los recaudos del Fondo General. Cuando la economía cayó en recesión a principios de 2006, los recaudos comenzaron a caer en forma precipitada. Las medidas de austeridad que tomó la Administración Acevedo Vilá fueron bien intencionadas, pero llegaron muy tarde y fueron insuficientes para detener el terrible avance del déficit fiscal del Gobierno Central.
Así, pues, el mensaje de Luis Fortuño será la culminación de más de una década de frustraciones económicas y desvaríos que han dejado a las finanzas públicas en un estado desastroso, han colocado el crédito de Puerto Rico al borde del abismo y han generado la más grave recesión de la economía desde la época de la Gran Depresión.
La analogía de la noche triste nos lleva a una observación final: los guerreros aztecas se rebelaron porque fueron atacados por los soldados españoles, al mando de los cuales estuvo Pedro de Alvarado, quienes no podían contener el deseo de apropiarse de los tesoros de la ciudad, por lo cual dieron al traste con la estrategia más diplomática que había diseñado Cortés.
Moraleja: las drásticas acciones que anunciará el gobernador Luis Fortuño sacudirán las bases de la sociedad puertorriqueña, generarán una gigantesca ola de protestas e inducirán una poderosa alianza de las fuerzas de oposición, encabezada por los sindicatos del sector público, para combatir lo que vendrá a ser un sistema de ajuste muy parecido a los que el Fondo Monetario Internacional le impone a los países miembros en dificultad económica.
Luis Muñoz Marín solía decir que los puertorriqueños deberíamos, para acordarnos de las terribles penurias económicas y sociales que sufrimos en el pasado, despertarnos por la mañana a los acordes de la más famosa canción de Rafael Hernández: Lamento Borincano.
Por cierto, las más conmovedoras líneas de esa canción la recordaremos muchos puertorriqueños esta noche:
¿Qué será de Borinquen, mi Dios querido,
qué será de mis hijos y de mi hogar.