Por Juan Lara

A veces ocurre que eventos importantes pasan casi desapercibidos, y creo que ese ha sido el caso con el informe del Banco de la Reserva Federal de Nueva York (BRFNY) sobre la economía de Puerto Rico, el cual se presentó hace unas semanas en la Isla.  Pasó casi desapercibido no sólo porque se presentó ante una asamblea donde los interesados del sector privado brillaban por su ausencia, sino porque no se ha debatido en la prensa ni en los medios profesionales, empresariales y académicos.  Y el informe es importante; a mi juicio no tanto por lo que dice, sino más bien por lo que no dice, y por el contexto en el que se produce ese silencio selectivo y “politically correct”.

Me parece, en primer lugar, que este informe es importante porque representa una especie de institucionalización del análisis de la economía puertorriqueña en la esfera federal.  Por supuesto, ha habido muchos informes y estudios de entidades federales sobre nuestra economía, pero siempre como resultado de una encomienda especial, o enfocados en alguna propuesta específica.  En este caso, el banco que encabeza el distrito del cual formamos parte en el sistema monetario estadounidense continúa con este estudio una iniciativa de investigación que comenzó tímidamente hace unos años, cuando en Manhattan se percataron de la debacle que se estaba escenificando en un rincón hasta entonces casi desconocido de su jurisdicción.  Se percibe en esta iniciativa un interés oficial por darle seguimiento continuo a nuestra economía, partiendo de un estado de situación que acaban de plasmar en el informe que nos ocupa.  Y aunque esa no sea la intención del BRFNY, esta iniciativa puede abrir un canal de diálogo permanente con las autoridades de Estados Unidos sobre el presente, y, sobre todo, el futuro, de la economía de Puerto Rico.

Debe indicarse, también, que se trata de un estudio bien hecho, basado en un análisis serio y de adecuada profundidad, y con recomendaciones bien pensadas. No fue un estudio para salir del paso.  Pero, como ya se ha dicho, es también un estudio de silencios elocuentes.

Comencemos por lo que se dice explícitamente.  Lo que más ha llamado la atención es la propuesta de crear un salario sub-mínimo para trabajadores jóvenes que haga más rentable para la empresas la contratación de nuevos empleados.  Hay argumentos a favor y en contra de esta idea, y yo personalmente creo que los argumentos en contra pesan más en la balanza, pero no hay que criticar al BRFNY por haberla puesto sobre la mesa.  A cualquier economista que mire a Puerto Rico desde afuera tiene que llamarle la atención la distrofia de nuestro mercado de trabajo—cuyos síntomas dramáticos son la bajísima tasa de participación y la alta tasa de desempleo—y es natural, especialmente desde la perspectiva de un economista ortodoxo, que a la hora de hacer recomendaciones se concentre en la estructura de incentivos que promueven o entorpecen el empleo.

Otras dos propuestas son menos controversiales, pero hay que darle mérito al BRFNY por haberlas endosado: la suspensión de las leyes de cabotaje y la revisión del marco regulatorio de la Autoridad de Energía Eléctrica.  Ninguna de las dos son propuestas nuevas, pero es bueno que tengan el respaldo de una entidad prestigiosa que tiene, entre otras, la obligación oficial de velar por la salud de la economía puertorriqueña, aunque sea de manera indirecta.  Además, son propuestas a las que se oponen algunas entidades y personas influyentes en Puerto Rico, por lo cual el endoso no es un asunto puramente ceremonial.

Ahora bien, es interesante que el informe no hace recomendaciones en dos áreas críticas: la banca y los incentivos federales para la manufactura.  Precisamente estas dos áreas se resaltan en el informe entre los factores que limitan la competitividad de la economía puertorriqueña, lo que hace más llamativa la falta de recomendaciones al respecto.  Según el BRFNY, la frágil condición de los bancos en la Isla, y el escaso desarrollo de otros segmentos del mercado financiero, plantea un reto en lo que respecta al financiamiento adecuado de la inversión y las actividades productivas.  En particular, se resalta el hecho de que los bancos no tienen una base adecuada de depósitos locales por la insuficiencia del ahorro interno, lo cual pudieron soslayar en el pasado gracias a los fondos 936 (hasta el 1996) y a la abundancia de “brokered deposits” a bajo costo después de 1996 y hasta hace unos pocos años.  Pero esas opciones ya no están disponibles; aun cuando los bancos superen los problemas heredados de la crisis inmobiliaria y la recesión, en el futuro se enfrentarán a la restricción estructural que representa la escasez de depósitos locales.

En cuanto a los incentivos para la manufactura, el informe señala que Puerto Rico necesita superar su dependencia de una industria que se está contrayendo.  En este aspecto, los economistas de la Fed no son optimistas: su opinión es que parece haber escasas posibilidades de recuperar una fracción significativa de los empleos que se han perdido en la industria farmacéutica.  Casi dicen, sin llegar a decirlo abiertamente, que lo que fue otrora una fortaleza de nuestra economía (la gran plataforma farmacéutica de hace unos años), se ha convertido en una vulnerabilidad.

Nótese que la propuesta sección 933A, que se celebra como una iniciativa de consenso entre el gobierno (con anuencia de los dos partidos principales), el sector privado y parte del movimiento obrero, se supone que mataría dos pájaros de un tiro: reanimaría la manufactura, por un lado, y crearía una nueva versión de los antiguos fondos 936, por el otro.  En otras palabras, esta es la propuesta oficial de los puertorriqueños para atender esos dos retos a la competitividad de la Isla que resalta el informe del BRFNY.  Pero el informe ni siquiera menciona a la 933A; un silencio elocuente.

De hecho, leyendo entre líneas me parece percibir en el estudio un tono de crítica a la tradicional dependencia de incentivos contributivos en nuestra política de promoción industrial.  En la página 16 se dice (y traduzco de la versión en inglés): “Más aún, aunque los incentivos han canalizado el trabajo de la Isla y los recursos de capital internos y extranjeros a la producción de valor añadido relativamente alto para la exportación al continente, esta concentración de recursos ha ocurrido de manera artificial”.  Los autores basan este comentario en una investigación académica que lleva por sub-título: “The Failure of Distortionary Tax Policies in Puerto Rico”.

En resumen, este estudio tiene que haber decepcionado a quienes hubieran esperado una de dos cosas: alguna solución mágica a la crisis económica de la Isla, o alguna promesa de ayudas o subsidios para apuntalar nuestra frágil economía.  En su informe, el BRFNY nos dice escuetamente que nuestros problemas son estructurales, y, tácitamente, que son nuestros problemas.  Eso sí, prometen ayuda en el análisis y la evaluación de opciones, y, en mi opinión, más de eso no se puede ni se debe pedir.

El autor es economista y profesor en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras.