Roberto Orro.

Por Roberto Orro*

La población de Puerto Rico sigue disminuyendo y ello se debe en gran medida a la imparable ola migratoria que parece no tener fin.  Empero, contrario a lo que muchas veces se escucha, la emigración no es la causa del prolongado estancamiento económico de la Isla, sino uno de sus más claros efectos.

La contracción demográfica no es, definitivamente, la mejor aliada de las variables macroeconómicas.  La reducción poblacional suele impactar negativamente la demanda en casi todos los renglones.  La demanda de vivienda y otros artículos duraderos se afecta; sufren el comercio al detal y los servicios y las arcas públicas también sienten el impacto adverso de contar con menos contribuyentes.

Si embargo, el cuadro arriba descrito encaja más bien en economías con amplia capacidad productiva, donde la escasez de trabajadores se convierte en el factor que limita el crecimiento económico.  El verdadero factor limitante en Puerto Rico reside en la reducción sostenida del capital productivo, y en la falta inversiones y de nuevas oportunidades para emplear a miles de personas que quieren trabajar.  Durante décadas, la maquinaria económica local compensó esta falla estructural con gasto público excesivo y emisiones de deuda, pero esas opciones ya han pasado a mejor vida.

En los últimos diez años, la emigración sostenida ha ido de la mano con la recesión económica en Puerto Rico.   Empero, en economía coincidencia no significa causalidad.  El verdadero nexo causal entre el tamaño de la población y el volumen agregado de actividad económica en la Isla tiene su base en el colapso de la inversión en construcción y en la reducción del gasto público, factores que han impactado adversamente el resto de los sectores económicos y acentuado las condiciones que impulsan la emigración hacia Estados Unidos.

Si el profuso flujo migratorio fuera la raíz del crítico cuadro económico de Puerto Rico, la mejor inversión sería repatriar a los profesionales y los jóvenes que han emigrado.  Pero ese no es el caso.   Si los miles de puertorriqueños que han emigrado en los últimos diez años hubiesen permanecido en la Isla, la situación del mercado laboral local sería literalmente crítica: mayores tasas de desempleo con salarios más bajos.

Por el hecho de que haya más jóvenes en la Isla (muchos de ellos desempleados) no va a crecer la demanda de vivienda ni los bancos van a otorgar más préstamos hipotecarios.  No van a aumentar las ventas de carros nuevos, ni de bienes duraderos.  El resultado más probable sería más personas viviendo con sus padres, mayor presión a la baja sobre los salarios y más personas compartiendo los ingresos que sus familiares mayores reciben del Seguro Social y de las pensiones.

Las estadísticas macroeconómicas de Puerto Rico corroboran que la pérdida poblacional no ha sido tan nefasta como suele creerse. Al margen de la correlación positiva que existe entre el tamaño de la población y el producto bruto total, los indicadores per cápita de Puerto Rico han tenido un desempeño superior a los indicadores agregados en los últimos diez años. Por ejemplo, mientras que el producto bruto agregado en términos reales ha experimentado un cambio negativo de 14% entre los fiscales 2008 y 2017, el producto bruto per cápita sólo ha disminuido en un 4% en ese periodo.  Incluso, el consumo per cápita real del 2017 es superior al del 2008, aunque ha descendido con respecto a su máximo histórico alcanzado en 2013.

Estas tendencias dispares entre los indicadores globales y per cápita son reflejo de las particularidades de la economía local.   Es una economía de consumo y servicios, más que de producción y exportación.   Se consume más bien en función de los fondos que se reciben y no de lo que se produce.

Así, no tiene sentido seguir culpando a los que emigran por la caída del producto bruto de Puerto Rico.  Si no se hubiesen marchado, los fondos federales que se reciben habría que repartirlos entre más personas lo cual provocaría una baja en los indicadores de consumo per cápita.  Mientras no se generen buenas oportunidades de empleo y no haya un verdadero repunte económico, no habrá manera de frenar la contracción demográfica de Puerto Rico.

  • El autor es economista y consultor independiente