José J. Villamil

Por José J. Villamil*

El pasado 5 de septiembre se presentaron los resultados del Global Competitiveness Report: 2012-2013, del World Economic Forum. Es un documento importante por quien lo produce y por el hecho de que se lee a través del mundo. Además, para una economía como la nuestra la capacidad de competir es fundamental. Puerto Rico, en esta ocasión terminó con el rango número 31 entre 144 países. El año pasado fue 35 y anteriormente 42, una mejoría notable.

¿Qué es el Informe y como se confecciona? En términos muy sencillos, el Informe se basa principalmente en entrevistas a personas en los distintos países y en el análisis de información estadística. Las entrevistas tienen dos terceras partes del peso en determinar los resultados. Así que, en realidad, las opiniones sobre Puerto Rico son de los 71 puertorriqueños que contestaron el interrogatorio y no del WEF. No sabemos quiénes fueron, excepto que formaron parte de una muestra de 300 líderes empresariales seleccionados por Puerto Rico 2000, la entidad asociada al WEF que tuvo la iniciativa, muy acertada, de incorporar a Puerto Rico en el Informe. Es interesante que el Banco Mundial en su informe “Doing Business”, sí nombra a los entrevistados sin, por supuesto, divulgar lo que cada uno contestó. El WEF debería de hacer los mismo pues eso permitiría calibrar mejor los resultados.

La competitividad es un concepto ambiguo que para unos tiene un significado muy claro, todo lo que reduce costos o aumenta productividad. La realidad es que competitividad es lo que podemos llamar un concepto contingente. Por eso quiero decir que cómo se define y se mide depende de cuál es el objetivo que se persigue. Si se busca crecimiento económico como la meta principal, la manera como la define el WEF es posiblemente correcta. Si lo que se busca es un patrón de desarrollo en que la dimensión social tiene mayor importancia, esa definición no es la correcta. De hecho, el propio WEF ha comenzado a elaborar un nuevo índice sobre desarrollo social y ambientalmente sostenible, que reconoce esto.

Es importante entender que el rango no necesariamente tiene relación al desempeño de una economía. Puerto Rico en el número 31 está en mejor posición que muchísimos países que, sin embargo, han estado sosteniendo niveles de crecimiento muy altos. Algunos ejemplos de éstos en el hemisferio, con sus ritmos de crecimiento reciente, son: Chile (6.2% ), Panamá ( 7.0%), Perú (6.6% ), Brasil (4.2%) y Costa Rica (4.3% ). Esto sugiere que el rango nada tiene que ver con el éxito en promover crecimiento, y que el rango no es necesariamente un buen indicador de capacidad competitiva. Sería bueno calcular la atracción de inversión directa del exterior, pero en Puerto Rico esa cifra se dejó de producir por la Junta de Planificación hace muchos años y el WEF no la incluye.

Más importante que el rango son los resultados en algunas variables clave. Puerto Rico sale muy bien en protección de los derechos de accionistas (5), disponibilidad de servicios de investigación y adiestramiento (11), la efectividad de la política anti-monopolística (7), razonabilidad del costo de financiamiento (12), capacidad de mercadeo (9), derechos de propiedad (17) y disponibilidad de científicos e ingenieros (3).

Sale mal en el peso de la reglamentación gubernamental (122), la transparencia en el gobierno (81), el costo del crimen y la violencia (112), calidad de la educación en ciencias y matemáticas (84), matrícula post-secundaria (87), solidez de la banca (74), las prácticas de contratar y despedir trabajadores (104), despilfarro en el gobierno (80) y la tasa contributiva sobre ganancias (124).

Aparte de errores, como atribuirle a Puerto Rico una tasa contributiva sobre ganancias de 63.1%, es difícil darle credibilidad a algunos de los resultados mencionados. Por ejemplo, es muy poco probable que hayan solamente 22 países en que el peso de la reglamentación burocrática es peor que en Puerto Rico; que solamente en 40 países la tasa contributiva es más alta que la nuestra y que nuestras leyes laborales son más restrictivas que en 103 países. Por otro lado, es muy, muy poco probable que solamente en dos otros países la disponibilidad de científicos e ingenieros es mejor que en Puerto Rico. Igualmente, en una economía en donde no hay, para todo propósito práctico, un ente gubernamental que trata con el tema de monopolios y en que la concentración es un serio problema en algunos sectores, que Puerto Rico ocupe el rango número 7 a nivel mundial.

Lo anterior lo que pone en relieve es el hecho de que se trata de percepciones de personas que muy probablemente tengan poco conocimiento preciso de todos los factores utilizados en determinar el rango y sobre los cuales se les pide que opinen. Por ejemplo, ¿qué conocimiento tiene que tener una persona para evaluar la efectividad de la política anti-monopolística, o la calidad de la educación en ciencias y matemáticas, o la disponibilidad de científicos e ingenieros? En esto radica el grave problema metodológico del informe del WEF, aunque en parte se corrige utilizando estadísticas de los países.

No queda claro el peso que se le asigna a cada variable en calcular el rango, ya que no todas las variables tienen el mismo peso relativo en los distintos países. Esto depende mucho de sus estrategias de desarrollo socio-económico y su estructura económica. Así, por ejemplo, el tamaño del mercado doméstico puede ser muy importante para una economía relativamente cerrada y de poca importancia para otra que es una plataforma de exportación. Lo mismo ocurre si el atractivo para la inversión externa es para penetrar el mercado doméstico o si es para, por ejemplo, establecer maquilas. Lo que hace a una y otra competitiva pueden ser factores totalmente distintos.

En Puerto Rico tendemos a ser muy poco críticos cuando se trata de trabajos como éste y otros que vienen del exterior, como el reciente del FED de New York. Los aceptamos sin analizarlos. En el caso del WEF, que es un informe importante, hay la obligación de mirarlo críticamente, precisamente por su importancia. Pero es aún más necesario tratar el tema del desarrollo y la competitividad entendiendo su complejidad.

El tema de la competitividad en el caso de Puerto Rico no es uno de mejorarla para llevar a la economía, por ejemplo, de un 3.0% de crecimiento anual a uno de  6.0%, ni hacerla marginalmente más atractiva a la inversión directa del exterior. En nuestro caso se trata de una economía que ha ido perdiendo su capacidad de crecimiento desde hace mucho tiempo, cuya base de producción se ha erosionado, que en la pasada década se achicó notablemente, cuya población disminuye y envejece y en donde las tensiones sociales son muy serias. Este conjunto de condiciones requiere, no mejoras en competitividad como la entiende el WEF, sino una transformación profunda de instituciones, particularmente las del estado, de estructuras económicas y sociales y, en fin, de la visión de desarrollo. El concepto de competitividad sigue siendo clave, pero adquiere un significado muy distinto.

En fin, el Informe del WEF es importante, pero no está libre de problemas en cuanto a su metodología. Se le puede sacar mucho provecho, pero hay que saber interpretar correctamente sus resultados y entender sus limitaciones cuando lo aplicamos a un contexto como el nuestro.

 *El autor es presidente de la Junta de Directores de Estudios Técnicos, Inc.