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Por redacción de Sin Comillas

Desde el 1 de abril al 28 de junio podrá visitarse en el Museo de Arte de Puerto Rico la exposición “Francisco de Goya. Desastres de la Guerra. Colecciones FUNDACIÓN MAPFRE”. La muestra, organizada por FUNDACIÓN MAPFRE y el Museo de Arte de Puerto Rico, está compuesta por 80 láminas tituladas y numeradas grabadas al aguafuerte con algunas aportaciones de punta seca y aguada, estampadas en tinta negra.

La exhibición se complementará con diversas actividades educativas de importancia, entre ellas un ciclo de cine español de la guerra en colaboración con el Consulado General de España en Puerto Rico, un conversatorio sobre la paz así como conferencias y talleres.

El conjunto de estampas suele dividirse en tres partes: las dos primeras (Desastres 1 a 64) constituyen los “desastres de la guerra” propiamente dichos, mientras que la tercera, los llamados “caprichos enfáticos” (Desastres 65 a 80), de carácter más alegórico, se entienden como una reflexión de carácter político sobre el gobierno absolutista de Fernando VII tras el fin de la guerra y la retirada de las tropas francesas.

A diferencia de otras estampas de la época, donde lo que se destacaba era la heroicidad de los contendientes, de las batallas, el artista aragonés se centra en el punto de vista de las víctimas, algo inédito hasta el momento dentro de la historia de la pintura. Las víctimas y su sufrimiento, pero también la crítica política, son los protagonistas de estas láminas, lo que nos incita a reflexionar profundamente. Parecería así que Goya no sólo ha plasmado los hechos acaecidos durante la Guerra de la Independencia, sino que anuncia y nos llama la atención sobre todas las guerras y su barbarie, aquellas que habrían de venir, que suceden y se siguen sucediendo en distintos lugares del mundo

Tras la muerte del artista, los Desastres de la Guerra permanecieron en manos de su hijo Francisco Javier y después pasaron a manos de su nieto Mariano. Por otra parte, aunque no se publicaron en vida, su amigo Ceán Bermúdez conservó un ejemplar de los dibujos preparatorios y las pruebas de estado. Este álbum que se conoce como Álbum de Ceán, hoy conservado en el British Museum de Londres, ha servido para reconstruir la historia y el modo en el que fueron realizados las estampas.

La primera parte agrupa los primeros 47 grabados, precedidos por una estampa que hace de frontispicio. Tristes presentimientos de lo que ha de acontecer representa a un hombre arrodillado con los brazos cruz que ha querido verse como una metáfora laica del “cristo de los olivos”. Mira hacia arriba suplicante, y con esa mirada, presagia el dolor y la angustia de estampas posteriores. Este primer grupo se refiere a los sucesos acaecidos durante los primeros años de la Guerra de la Independencia: escenas de violencia en el campo de batalla o en los alrededores como Con razón o sin ella (nº 2), o Grande hazaña!Con muertos! (nº. 39). En ambos casos, Goya ha eliminado la distancia del espectador con el motivo, presentando la muerte y la violencia extrema ejercida sobre “el otro”, su deshumanización. También la ha eliminado en aquellas estampas en las que los grupos de cadáveres aparecen amontonados como en las número 12, 18 o 22.

Desastres 48-64: El hambre que asoló Madrid tras la guerra y sus consecuencias para la población civil entre 1811 y 1812 son el tema protagonista de la segunda parte de los Desastres. Caridad de una muger (nº 49), presenta a una anciana, que, encorvada, lleva un plato de comida a un grupo de pobres. Destacan la composición piramidal, así como los elementos arquitectónicos, que hacen pensar en un ambiente urbano. ¿Qué alboroto es este? (nº 65), cierra este grupo y abre el ciclo de “los caprichos enfáticos”, mucho más alegóricos y en ocasiones de difícil interpretación.

Desastres 65-80: Tras la vuelta de Fernando VII a España como monarca absoluto y la derogación de la Constitución de 1812, el artista aragonés realiza una fuerte crítica a la situcación política en los Desastres nº 65-80. También realiza una crítica hacia la ignorancia y la superstición.

Los dos ultimos caprichos enfáticos tienen un marcado carácter alegórico: Murió la verdad (nº 79) y Si resucitara? (nº.80) cierran la serie como colofón, en clara defensa del liberalismo. El nº 79 representa a una mujer coronada con flores y cubierta con una capa rodeada por una serie de personajes con las caras deformadas. La verdad ha muerto y ha sido sustituida por la ignorancia, pero como dice la estampa 80, Y si resucitara?, ofreciendo un atisbo de esperanza.

Los Desastres de la guerra son el primer ejemplo en la historia de la pintura donde hechos como la guerra y sus consecuencias quedan reflejados no como actos heróicos, sino como el desastre y la barbarie que realmente son: miedo, terror, hambre y pobreza… Goya representa la guerra casi como si de una crónica se tratara y los hechos son de tal crudeza, que al tiempo que denuncian, parecen exclamar un fuerte grito por la paz.

Goya, junto con el Greco, Velázquez y Picasso, forma parte de los grandes nombres de la pintura española. Hombre de su tiempo, su obra excede sin embargo su época y abre nuevos horizontes que nos hacen comprender no sólo la historia del arte moderno, también del contemporáneo, tanto en España como a nivel universal.

Francisco de Goya y Lucientes nace en 1746 en Fuendetodos, Zaragoza. Allí estudia con José Luzan, donde también entra en contacto con el arte del grabado, a través de las estampas que su maestro le proporciona para ejercitarse en el arte del dibujo. Su obra es fruto de una constante experiencia y reflexión, producto de su reformismo ilustrado, que se oponía al tradicionalismo fuertemente arraigado en la sociedad española. Frente a muchos de sus contemporáneos, Goya va a dejarnos un testimonio de su época profundamente lúcido y consciente, tal y como podremos ver a lo largo del recorrido de la exposición.

En 1808, Francisco de Goya cumplió 62 años. Para entonces ya había sido nombrado pintor del rey y primer pintor de cámara junto con su compañero Mariano Salvador Maella. Aunque su sordera y deteriorada salud habían obligado al artista a renunciar al cargo de director de Pintura de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, seguía siendo director honorario de esta institución. Desde 1800 Francisco de Goya vivía con su mujer, Josefa Bayeu, en el número 15 de la Calle Valverde en Madrid. De sus siete hijos, sólo sobrevivía Francisco Javier, casado con Gurmesinda Goicoechea y Lagarza, con quien tenía un hijo, Mariano, nacido en 1806.

El 17 de marzo de 1808 se produce el Motín de Aranjuez, que provocó la abdicación del rey Carlos IV en favor de su hijo Fernando VII y su huida a Francia. Estos sucesos, en el contexto de las guerras napoleónicas, serán el punto de partida de uno de los peores episodios de la historia de España: la Guerra de la Independencia. Esta contienda enfrentó al pueblo español y al ejército francés entre 1808 y 1814.

La violencia de la que Francisco de Goya fue testigo durante la Guerra de la Independencia impulsó al artista a retomar dibujos, bocetos y estampas, una actividad que tenía algo abandonada desde que en 1799 realizara Los Caprichos. Este tipo de trabajo, de carácter privado, constituye un método eficaz a través del cual expresar el dolor y la angustia que siente ante los acontecimientos bélicos y sus consecuencias en la población civil. Aunque no los publicó en vida, seguramente debido a la situación política, pues su visión crítica de la contienda habría chocado con los deseos conmemorativos del monarca Fernando VII, conocemos una edición completa, encuadernada, la que le entregó a su amigo Ceán Bermúdez antes de su marcha a Burdeos en 1824. En la portada manuscrita de este álbum se puede leer: “Fatales consequencias de la sangrienta guerra en España con Buonaparte. Y otros caprichos enfáticos, en 85 estampas. Inventadas, dibuxadas y grabadas, por el pintor original D. Francisco de Goya y Lucientes. En Madrid”. Se desconocen los límites cronológicos exactos en la ejecución de la serie, pero suele datarse entre 1810, fecha que aparece en tres de las estampas y 1815.

Los Desastres de la Guerra, están compuestos por 80 láminas tituladas y numeradas grabadas al aguafuerte con algunas aportaciones de punta seca y aguada, estampadas en tinta negra. En 1870, Lafort adquirió dos estampas más, lo que completa la serie con 82 aguafuertes, sin embargo éstos, nunca fueron incluídos en las siete ediciones que se conservan. La cuarta edición, que es la que forma parte de las Colecciones FUNDACIÓN MAPFRE, fue realizada en 1906 en la Calcografía Nacional. La tirada se limitó a 275 ejemplares, en papel crema verjurado de calidad y tinta negra de tonalidad muy oscura.