REFORMA FISCAL 4

Por Elías R. Gutiérrez

Cada vez se escuchan más voces que se adhieren a la noción que ven en la reestructuración de la deuda, la solución a la crisis económica que sufre Puerto Rico. No obstante, algo me dice que son pocos los que se han tomado tiempo para entender lo que conlleva un proceso de reestructuración. Creo que es necesario tener una idea clara de lo que puede implicar la adopción de tal ruta. Pronto tendremos la ventaja de observar de cerca un proceso de esa índole. La experiencia nos enseñará mucho. Se trata de la reestructuración de la deuda de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE).

La reestructuración de la deuda de una corporación pública es más limitada y un tanto menos compleja que lo que sería manejar un proceso que incluyera toda la deuda del Estado Libre Asociado (ELA). La diferencia no se limita meramente a las magnitudes envueltas. Hay diferencias sustanciales cuantitativas y cualitativas. Habrá efectos colaterales de gran porte. Los efectos sobre el resto del sistema económico de Puerto Rico diferirán en escala y en la profundidad. Los efectos colaterales no se limitarán a las instituciones y actores directamente envueltos con elementos económicos o financieros. Por el contrario, los efectos sobre el sistema social serán amplios.

Me temo que aún entre los que abogan por la reestructuración, especialmente entre ellos, no hay un claro conocimiento de lo que se está proponiendo. La experiencia que se desprende de otros casos nos indica que deberemos estar preparados para afrontar ciertos ajustes dolorosos. Ajustes que provocarán resistencia tenaz. Esa resistencia tendrá como resultado un período de inestabilidad, turbulencia e incertidumbre.

La reestructuración requerirá, por lo menos, ajustes profundos en áreas que hasta ahora han sido evadidas por el sistema político del país. Por ejemplo, será indispensable una reforma del mercado laboral; el sector público tendrá que ser ajustado a un escala compatible con las capacidades y recursos disponibles a una sociedad cuya economía no puede sostener el gobierno que tiene hoy día; el sistema de gobiernos municipales no es viable y tendrá que ser ajustado a las nuevas realidades;  el rol del gobierno en la economía deberá ser limitado a ciertos aspectos regulatorios y de seguridad pública. Mientras el gobierno se limitará por un lado, por otro tendrá que alterar prioridades para expandir su contribución a la economía, especialmente en lo que respecta a la inversión en infraestructura.

Los cambios forzados en prioridades y las limitaciones impuestas por los compromisos del gobierno provocarán la protesta de todos los sectores sociales. Lo que estamos viendo hoy día con el proyecto llamado transformación contributiva es un ¨paseo¨ comparado con el volcán que hará erupción.

Para complicar el panorama de la reestructuración no debe perderse de vista que Puerto Rico habita una especie de limbo en el que existe un vacío. Un vacío en cuanto a reglas para ordenar los procesos de negociación y ejecución de acuerdos. Más aún, no existe un ente que provea financiación puente para viabilizar los tiempos de ajuste parcial.

La dificultad más formidable surge del problema que está en la raíz del estancamiento económico. En la medida que Puerto Rico pueda estabilizar las finanzas de su gobierno, tendrá que impulsar su participación en la economía mundial. Es decir, tendrá que añadir valor a la economía del mundo por vía de la exportación de su produccion. Nada podrá ignorar ese factor fundamental. La solución está en la capacidad de producción de la economía. De ahí que el modelo estatista no funciona. Deberá ser el sector privado el que logre expandirse y exportar. Eso será posible en la medida que la interferencia del gobierno se reduzca a lo indispensable. Los costes transaccionales tendrán que reducirse dramáticamente. El gobierno es responsable de gran parte de la madeja de requerimientos innecesarios que ahogan los esfuerzos de producción. Este ha sido el resultado de esfuerzos de protección que sólo han producido un sector privado improductivo y dependiente del gobierno.

De lo que se trata no es simplemente de postergar unas fechas de vencimiento, unas tasas de interés, ni siquiera de reducir unos montos en la deuda pendiente de pago. Se trata nada menos que de alterar las relaciones que sostienen esta sociedad. Una sociedad dependiente que consume en exceso que creó expectativas compatibles con un estándar de vida que ahora no es viable. Poco a poco esta realidad irá penetrando en la psiquis colectiva. Habrá un periodo adicional de negación probablemente acompañado de una convulsión. Eventualmente, la aceptación ocurrirá. Pero ello dependerá del liderato iluminado que surja de las cenizas de la estructura de partidos políticos que ha producido este gran fracaso.

* El autor es economista y planificador