Por Roberto Orro*

La manufactura, el otrora motor de la industrialización de Puerto Rico, ha cedido mucho terreno ante el sector de servicios en los últimos treinta años.   Aunque el fenómeno suele presentarse como algo natural, intrínseco a las economías desarrolladas, parte de la profunda crisis estructural de la economía local guarda relación con esta redistribución sectorial de la actividad económica.

Ciertamente, la pérdida de empleos en la manufactura no es un fenómeno exclusivo de Puerto Rico.   En los países desarrollados la manufactura se ha tornado más sofisticada, más intensiva en capital, y millones de empleos se han desplazado a los servicios y a otros sectores relacionados.

La mayoría de los expertos ha explicado este reacomodo entre sectores desde una óptica positiva.   No tiene por qué haber un divorcio entre la manufactura y los servicios, sino todo lo contrario.  El trabajo y la aportación científica de miles o millones de profesionales de los servicios son la columna vertebral de la manufactura sofisticada y de la alta tecnología. Gracias a una mayor productividad, las economías desarrolladas pueden gastar más en salud, educación, cultura, entretenimiento y otros servicios.  Asimismo, el desarrollo de este sector es el reflejo de una fuerza laboral mucho más educada y de la imparable revolución informática que ha expandido el uso de la computadora y el internet, importantes herramientas de los trabajadores y profesionales de los servicios.

Sin embargo, algunos economistas han ofrecido enfoques más balanceados y en algunos casos pesimistas sobre el rol de los servicios en la economía.  Dentro de la fecunda obra del profesor William Baumol encontramos importantes estudios sobre la baja productividad del sector de los servicios.   Otros han sido más escépticos.  Stephen Cohen y Jonh Zysman alertan sobre los peligros de la desindustrialización en su libro: Manufacturing Matters, The Myth of the Post-Industrial Economy.  En el mismo contexto, debido a la estrecha relación entre el crecimiento de los servicios y el uso de las computadoras, cabe citar la frase de Robert Solow, Premio Nobel de Economía en 1987: You can see the computer age everywhere but in the productivity statistics.

En efecto, la revolución informática es un factor positivo dentro de la economía en general y en los servicios, mas no una vara mágica capaz de corregir la naturaleza improductiva de determinada actividad.  Ese es precisamente uno de los grandes problemas del sector de servicios, que engloba un variado conjunto de actividades con disímiles contribuciones económicas.  El espectro abarca desde servicios de investigación y desarrollo de alto valor y alcance estratégico hasta renglones de servicios profesionales ligados a la excesiva regulación y al sobrepeso gubernamental.   Hay expertos que describen este tipo de servicios como una ficción estadística: se contabilizan como parte del Producto Bruto, pero tienen una aportación real muy pobre e incluso negativa, cuando se dedican a encarecer y obstaculizar la inversión y la producción.

En el caso de Puerto Rico, entre 1987 y 2016 la manufactura ha reducido su peso en el empleo total de 20% a 8%, mientras que los servicios han incrementado su participación del 14% al 37%.  Ahora hay que preguntarse qué tan efectiva ha sido para la economía de Puerto Rico esta restructuración del empleo sectorial.

Durante tres décadas, el sector de servicios en Puerto Rico se ha expandido y a la fecha cuenta con más de 350,000 trabajadores y profesionales, que operan en un moderno entorno de trabajo y en condiciones laborales mucho mejores que la de anteriores generaciones.  Sin embargo, a pesar de sus bondades sociales, este cambio no ha coadyuvado a fortalecer los pilares de la economía local.  Por el contrario, en la transición de la manufactura a los servicios, miles de puestos de trabajo que antes generaban bienes tangibles para la exportación se han trasladado a actividades estrechamente ligadas al consumo y a la importación.   El dictamen de Solow parece haber adquirido carácter profético en Puerto Rico: muchas más computadoras y mayor penetración del internet, pero la economía no es más productiva.

Esta preponderancia de los servicios ha fomentado un desequilibrio macroeconómico que a su vez genera mayores presiones sobre las finanzas públicas.  A diferencia de lo que ocurrió con la manufactura, el sector de servicios en la Isla ha crecido bajo una fuerte dependencia del gasto gubernamental y de las asignaciones federales.  No es una casualidad que, durante el mismo periodo de auge en los servicios y declive en la manufactura, los problemas de deuda pública en Puerto Rico se hayan agudizado hasta llegar a la calamitosa situación en la que hoy nos encontramos.

Por otra parte, las inversiones en los servicios no han rendido el rédito esperado, sino más bien todo lo contrario.  La educación ofrece, quizás, el ejemplo más patético.  A pesar del cuantioso gasto público y privado en educación en Puerto Rico, el resultado final ha sido una interminable fuga de jóvenes puertorriqueños a otras jurisdicciones de los Estados Unidos.

Definitivamente, muchos de los antiguos empleos y renglones de producción en la manufactura se han ido para siempre y no tiene sentido económico intentar revivirlos.  Ello no significa que la política pública descarte la posibilidad de reactivar ciertas líneas productivas (en la agroindustria, por ejemplo).  La palabra subsidio siempre genera temores fundados, pero tampoco hay que enterrarla por completo.  Es un tema que los gobiernos estatal y federal deben abordar conjuntamente con objetividad y pragmatismo. A fin de cuentas, los servicios, y en particular el consumo personal, han estado subsidiados en Puerto Rico por décadas con miles de millones en fondos federales y emisiones de deuda.

En la histórica coyuntura que vive Puerto Rico, sin un repunte económico será imposible salir del atolladero fiscal en que está sumido.  La solución del problema económico pasa necesariamente por el sector de servicios, que cuenta con miles de profesionales experimentados y altamente calificados.  El gran reto consiste convertirlo en una pieza clave del aparato exportador de la Isla.  Solo entonces se podrá hablar de una exitosa transición de la manufactura a los servicios.

  • El autor es economista y consultor independiente