Por Luisa García Pelatti

El miércoles pasó por Puerto Rico el huracán Maria, el más dañino que haya pasado por la Isla. Casi dos semanas antes nos había rozado otro huracán, Irma, que ya había afectado la infraestructura eléctrica. Entonces, más de la mitad de la Isla se quedó sin electricidad, y aunque el servicio se restableció en un par de días para la mayor parte de la población, en algunos sectores nunca recibieron servicio de electricidad.

Ahora toda la Isla, con una población de más de 3 millones de personas, están sin electricidad, y algunos no tienen agua potable. Los hospitales, hoteles y varios residentes de edificios y viviendas unifamiliares disponen de generadores de electricidad, pero se están quedando sin combustible. Hay zonas de la Isla, de las que no sabemos mucho, donde la situación es más crítica, muchos han perdido sus viviendas y no tienen absolutamente nada.

En el área metropolitana de San Juan, con temperaturas que rozan los 90 grados Fahrenheit y una humedad relativa de 80%, lo peor es soportar el calor sin abanicos ni aire acondicionado. Por la noche, dormir es imposible.

Escasea el agua embotellada, las batería D y el hielo. Se espera que el lunes empiecen a operar los bancos. Sin electricidad, todo hay que pagarlo en efectivo. Pocos cajeros automáticos funcionan y a muchos no les queda dinero. Hay que hacer largas filas para comprar en los pocos supermercados que están operando, en los cajeros automáticos y para comprar hielo.

La gasolina se ha convertido en el desvelo de muchos en un país construido para utilizar el auto para todo. La histeria por obtener gasolina de las pocas estaciones que están funcionado está dificultado los trabajos de los equipos de rescate, los que tratan de reparar el sistema eléctrico, los médicos, enfermeras, los periodistas. El gobierno insiste en que hay abastos de gasolina suficientes, pero los conductores de los camiones de distribución no han podido llegar a sus trabajos y luego está la inseguridad. Ha habido intentos de secuestro de camiones de combustibles, que no temen salir a la calle sin escolta.

Para evitar los saqueos, se ha establecido un toque de queda que no se respeta. Le roban a la gente hasta las bolsas de hielo, pero lo más frecuente han sido los robos en comercios aprovechando los destrozos causados por el huracán.

Las telecomunicaciones colapsaron. Algunas partes del área metropolitana tenía señal hasta el domingo por la mañana ( se recuperó el domingo por la tarde). Las personas están incomunicadas y desesperadas por saber de sus familiares. Solo una emisora de radio está al aire.

Recuperados del miedo, y después de haber recogido cubos de agua de sus casas y limpiado los escombros, lo que todavía tienen un techo se preguntan cuándo habrá electricidad y agua. Es una pregunta que el gobierno no responde con precisión. “Tardará mucho tiempo”, dice el Gobernador. Después del huracán Hugo los primeros que tuvieron luz la recibieron un mes después. Algunos tuvieron que esperar un año. Ante ese panorama, es difícil evitar la desesperación. Para otros, a los que todavía rescata el Gobierno, la preocupación es otra, cómo empezar de nuevo.