Universia Knowledge@ Wharton

La decisión de hace un par de semanas del Gobierno Trump de endurecer las restricciones a los viajes a Cuba y al comercio con la isla suscitaron una nueva ola de ansiedad entre individuos y empresas, sin embargo, proporcionan también algunos límites muy definidos que ahora se pueden sortear, dicen los expertos.

De acuerdo con los nuevos cambios en las políticas establecidas, las personas sólo podrán viajar a Cuba si forman parte de grupos permitidos por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos para viajes con fines específicos. Además, los estadounidenses no podrán tener ninguna participación en 180 empresas que, de acuerdo con el Departamento de Estado, pertenecen a militares cubanos, o los militares se benefician directamente de ellas. La interacción con esas 180 empresas que figuran en la lista del Departamento de Estado también será restringida. Las nuevas regulaciones no afectarán a viajeros y empresas que ya hayan iniciado transacciones con Cuba, por ejemplo, individuos que ya hayan comprado pasajes aéreos o empresas que hayan firmado contratos antes de estos anuncios.

Según funcionarios del Gobierno, el objetivo es apartar las inversiones lejos de los militares y del servicio de inteligencia cubanos alentando así al Gobierno comunista a abrir aún más la economía de la isla. La decisión tomada se suma a las restricciones anunciadas en junio que restringieron los viajes turísticos y las inversiones en más de la mitad de la industria cubana, pero preservaron muchos aspectos de menor relevancia, como el permiso para realizar viajes a las personas con familiares en la isla y visitas profesionales/académicas al país.

Las acciones más recientes del Gobierno Trump crearon más ansiedad para los estadounidenses interesados en mantener relaciones con Cuba, pero el impacto palpable de eso no quedará claro hasta que el Gobierno estadounidense deje claro cuál será su nueva política.

“Las nuevas normas del Gobierno Trump para Cuba tienen como objetivo generar ansiedad y desalentar a los viajeros a visitar el país y a las empresas a hacer negocios con la isla”, dijo John S. Kavulich, presidente del Consejo Comercial y Económico EEUU—Cuba, sociedad sin fines de lucro que proporciona servicios de enlace entre las empresas y los gobiernos de los dos países. “Las nuevas normas han tenido éxito en su propósito”.

De acuerdo con Gustavo Arnavat, asesor senior del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, centro de investigación de Washington, DC, la política cubana más reciente parece permitir que empresas e individuos de EEUU hagan negocios con entidades controladas por el Gobierno cubano, a diferencia de las administradas por sus militares y su servicio de inteligencia o de seguridad. Arnavat también representó a Estados Unidos en el Banco Interamericano de Desarrollo en el Gobierno de Obama.

“Creo que se envió un mensaje a los cubanos de que quizás Estados Unidos sería más dócil a la hora de hacer negocios comerciales si ellos reestructuraran sus participaciones de propiedad en las empresas, de manera que los militares posean una menor cantidad”, dijo Arnavat. “No sé con certeza si el Gobierno cubano está interesado en hacerlo, pero al menos se ha abierto la posibilidad”.

Kavulich y Arnavat discutieron las implicaciones de la reciente política estadounidense para Cuba durante el programa de Knowledge@Wharton en Wharton Business Radio, canal 111 de SiriusXM.

Repercusiones inciertas para las empresas 

Las 180 entidades con las que los acuerdos comerciales están vedados incluyen 83 hoteles, un centro comercial, algunas marcas de ron y una marca de cola, la TropiCola, que Kavulich describe como una versión cubana de Coca-Cola. “Lo que no sabemos con certeza es si las nuevas políticas significan que las empresas estadounidenses tienen prohibido hacer negocios con esas entidades cubanas, o si un visitante no puede comprar una TropiCola o las marcas de ron prohibidas”, dijo Kavulich.

Sin embargo, Arnavat dijo que la nueva política, en realidad, disminuye la incertidumbre en relación al acercamiento entre EEUU y Cuba. “Analizamos los límites del acuerdo con las reglas fijadas”, dijo. “Toda regulación tiene que ser detallada, pero al menos tenemos un entendimiento básico de los límites de la nueva política”. Él observó que Obama “se preocupó mucho de la interacción” con Cuba, a diferencia de Trump. “Pero, por lo menos, la gente ahora sabe lo que piensa Trump, mientras que antes de su discurso de junio de 2017, en Miami, no se sabía de ninguna manera qué dirección pretendía tomar”.

Según Kavulich, “la mayor parte de la actividad económica continúa bajo la autoridad del Gobierno de Cuba”. Los expertos dicen que GAESA, el conglomerado empresarial militar cubano, controla prácticamente el 60% de la economía de la isla. Son propiedad de GAESA, entre otros, la cadena de hoteles Gaviota y la TRD, la cadena al por menor de los militares.

Aunque la nueva política limite lo que empresas e individuos pueden hacer en relación a Cuba, la realidad es que poco cambiará para muchas empresas estadounidenses que ya hacen negocios en la isla. “El Gobierno Trump ha protegido a muchas empresas estadounidenses que ya hacen negocios con entidades militares cubanas, específicamente compañías aéreas, barcos de crucero y hoteles como Marriott, por ejemplo”, dijo Kavulich. “Por lo tanto, su impacto no será tan significativo, hay una óptica política ahí, que genera ansiedad, ¿pero hay alguna empresa estadounidense que esté obligada a dejar de hacer lo que estaba haciendo? La respuesta es no”.

Arnavat, aunque no quiere ser excesivamente optimista, añadió que “la nueva normalidad” de la política de Estados Unidos en relación a Cuba es “muy positiva” en el sentido de que conserva muchos aspectos adoptados por el Gobierno de Obama, que anunció la reapertura de las relaciones diplomáticas con Cuba en diciembre de 2014.

Así todo, el probable impacto de las restricciones sobre los viajes individuales a Cuba ha quedado más claro. Las nuevas normas remiten nuevamente a los viajes en grupo, en lugar de los viajes individuales “de persona a persona” [para incentivar intercambio cultural]. Kavulich dijo que la decisión afectará a las compañías aéreas porque han tenido un aumento de los viajes individuales de EEUU a Cuba en los últimos dos años. Por otro lado, los buques de crucero se beneficiarán de la nueva política, ya que es más adecuada para los viajes en grupo.

Arnavat dijo que el turismo en Cuba de ciudadanos estadounidenses siempre ha estado prohibido, ya sea por las normas relacionadas con el embargo, o por la ley aprobada por el Congreso en 2000. Lo que esta política hace es eliminar la categoría de viaje individual de persona a persona, ya que el Gobierno Trump sintió que se trataba de “un abuso”. Algunos estadounidenses, por ejemplo, decían que estaban de visita en Cuba para encontrarse con algunos cubanos y así cumplir la exigencia oficial de ese tipo de viajes, “pero, en lugar de eso, estaban simplemente yendo a la playa y relajándose”.

Oportunidades perdidas 

Según Kavulich, las nuevas políticas para Cuba podrían haberse evitado. “Es importante pensar aquí en el factor culpa”, dijo. “Uno de los motivos por los que el presidente Trump pudo hacer lo que está haciendo se debe a lo que el Gobierno Obama y el Gobierno Castro no hicieron durante el período del 17 de diciembre de 2014 cuando Obama decidió inicialmente reanudar las relaciones con Cuba, al 20 de enero de 2017, cuando Trump tomó posesión de la presidencia”.

El Gobierno Obama podría haber permitido que se hicieran más cambios regulatorios, autorizando específicamente las actividades bancarias directas y permitiendo la importación de un volumen mayor de carbón y café, explicó Kavulich. “El Gobierno cubano, por su parte, podría haber hecho más para permitir que las iniciativas del Gobierno Obama despegaran, pero eso no fue lo que sucedió”.

Arnavat coincidió con el punto de vista de Kavulich en que “los cubanos podrían haber sido mucho más creativos, podrían haber sido mucho más rápidos, y podrían haber sido mucho más abiertos en los acuerdos sellados con Estados Unidos”. Sin embargo, dijo que el Gobierno Trump no ha revertido todas las iniciativas del Gobierno Obama, lo que debe ser un alivio para las empresas estadounidenses que temían algo mucho peor.

Kavulich subrayó que 52 empresas estadounidenses están presentes en Cuba, entre ellas John Deere, que firmó un acuerdo para exportar tractores agrícolas; Caterpillar, cuyo distribuidor en Puerto Rico está montando un depósito y un centro de distribución en Cuba, en la Zona de Desarrollo Económico Especial de Mariel; y General Electric, que estaría interesada en instalar una planta de energía hidroeléctrica en la provincia cubana de Matanzas. Sin embargo, esas empresas no tienen oficinas en Cuba, añadió. “Si el Gobierno cubano hubiera permitido a las empresas estadounidenses vender productos directamente a los trabajadores autónomos, habría un sistema que estaría tan enraizado que al Gobierno Trump le habría resultado más difícil oponerse a él”.

Kavulich dijo que esas 52 empresas tienen un total de ingresos de US $ 1 billón al año. “No se trata de empresas pequeñas, pero la mayor parte de ellas, si están haciendo algo en Cuba, no lo están anunciando en la prensa, no quieren hablar de eso, lo que es trágico”.

Para esas 52 empresas y otras que quieran hacer negocios fuera de EEUU, incluso en Cuba, “siempre hay incertidumbres políticas”, dijo Arnavat. A lo que añadió que “el riesgo político en Estados Unidos, es el cambio de Gobierno” de Obama a Trump.

Decepción en Cuba

Las personas de Cuba no están contentas con la política más reciente, dijo Kavulich. “Hay una frustración en el sentido de que muchos de aquellos que trabajan por cuenta propia o en cooperativas que trataban con empresas estadounidenses se sienten como si fueran rehenes de un bien político mayor”, añadió. “No logran entender de qué manera puede ser beneficioso para ellos”.

Los cubanos se enfrentaron a días de mucha ansiedad de forma reciente, observó Kavulich. Más que nada, se cierne sobre la isla la incertidumbre que traerá la salida de Raúl Castro de la presidencia en febrero, y la probable ascensión al puesto de primer vicepresidente de Miguel Díaz-Canel. Los cubanos temen también la represalia de EEUU después de que unos 12 diplomáticos estadounidenses en Cuba tuvieran “problemas de salud” como pérdida auditiva y dificultades cognitivas. El Gobierno Trump retiró de Cuba a sus funcionarios no esenciales, pero ese evento arrojó sombras profundas sobre las relaciones entre EEUU y Cuba. Kavulich también mencionó las dificultades de Cuba con Venezuela, que ya no puede prestar ayuda a la isla como hacía antiguamente debido a las dificultades económicas del país, de los precios bajos de las materias primas, de los altos precios de las importaciones y también por el clima, el huracán Irma llegó a Cuba en septiembre. “La isla se ha visto seriamente afectada”, añadió.

Un nuevo régimen en Cuba puede representar nuevas oportunidades para las empresas estadounidenses, si hay un cambio de actitud en la Casa Blanca, observan algunos analistas. Sin embargo, un nuevo presidente en Cuba, aunque sea Miguel Díaz-Canel, probablemente no cambiará la relación del país con Estados Unidos, prevé Kavulich. “No tengan tanta esperanza, la revolución continúa”, dijo. Arnavat está de acuerdo. “Quien quiera que asuma el cargo dedicará mucho tiempo a destacar su respaldo a la revolución, no hay dudas en cuanto a eso”.